Capitulo cuarenta y uno

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Hilo roto

Kanian miraba por la ventana de su nueva alcoba la brillante luna creciente ataviado con un ligero batín de seda azul oscuro anudado flojamente a la cintura; mostrando parte de su pecho moreno y musculoso.

Aquel día había sido agotador, como todos los que se habían sucedido desde el inicio de la guerra. Llevando el vaso de vidrio con licor a los labios, Nïan dejó de observar el brillo del satélite para observó la explanada vacía de Mazeks. 

Las labores de reconstrucción empezarían en breve y tres arquitectos le habían mostrado los planos con las nuevas infraestructuras de la ciudad laberinto; la primera ciudad oficialmente Activista. La capital de la esperanza. Las labores de limpieza ya habían comenzado y, el día anterior, se habían rescatado los dragones mecánicos que parecían estar en buen estado. Y entre ellos se encontraba el del propio Kerri.

Terminando su licor, Nïan se apartó del ventanal y se acercó a la mesilla auxiliar donde descansaba media botella de aquel licor delicioso de avellanas. Llenándose el vaso por quinta vez, el rey sin reino soltó un suspiro antes de tapar la botella y llevarse el vaso de nuevo a los labios.

Hacía a penas unas horas que se había reunido con sus generales para ponerles al corriente de sus inmediatos movimientos. Después del primer ataque, ahora tocaba dar la réplica y Kanian tenía muy claro que su turno en aquella guerra había llegado y que iba a golpear en un lugar que era imprescindible arrasar cuanto antes.

Reunidos en la sala rectangular del palacio, el antiguo despacho del gobernador -, Kanian, vestido con unos pantalones de piel negros, un jubón azul marino con bordados en hilo dorado, un chaleco negro, botas de piel marrón hasta las rodillas y su corona en la frente, miró a todos sus generales y a los dos eruditos con las manos apoyadas en el escritorio.

- Esta mañana he recibido un importante mensaje de uno de nuestros espías - comenzó con la mirada fija en la multitud que no eran otros que Corwën, Araghii, Zerch, Malrren, Tehr y Mequi -. En ese mensaje se me informa que Kerri está vivo aunque malherido. En estos momentos, viaja lentamente por tierra escoltado por jinetes y algunos Señores del Dragón hacia La Fortaleza.

- Bastardo - masculló Zerch por lo bajo. Su padre lo reprendió con la mirada.

- Hubiese sido demasiado fácil si mi primo hubiera muerto por una herida en el vientre, mas a sabiendas de que dispone de grandes sanadores como nosotros - prosiguió ignorando el comentario del recién nombrado general -. Aunque parecía que se temía por su vida, Kerri es fuerte. Muy fuerte y sé que vivirá.

- Y no debemos olvidar que tiene a un Dios de su lado - apuntó Corwën.

- Sí, pero nosotros tenemos a dos y si bien Cronos parece estar más en forma, Urano y Gea jamás nos han abandonado durante todos estos años y nunca lo harán.

Kanian se apartó del escritorio y se sentó en su superficie.

- En fin, sea como fuere, Kerri se dirige hacia La Fortaleza para terminar de restablecerse así que es nuestro momento de atacarle donde más va ha dolerle.

Araghii frunció los labios y Malrren el ceño ante lo que le estaba rondando por la cabeza, plan que había empezado a tomar forma mientras veía a sus enemigos salir despedidos fuera de Mazeks. Plan arriesgado pero necesario si querían igualar aquella nueva guerra y tener posibilidades de ganarla.

- Debemos atacar la base de operaciones de los científicos o los antiguos nigromantes. Hay que destruir los Bosques Sombríos.

Los dos eruditos se miraron mutuamente mientras Corwën entreabría los labios, Araghii soltaba un gruñido, Malrren cerraba los ojos y Zerch sonreía ladinamente.

Las guerras del Dragón (Historias de Nasak vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora