Capítulo 16

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Serena había imaginado que Leo vivía en un apartamento moderno o en un piso del centro de la ciudad, sin embargo, la dirección que le había dado la conducía hacia una hermosa casa blanca rodeada de jardin y a orillas del río.

- Ésta es una casa muy grande para un hombre que no está interesado en el matrimonio ni en tener hijos- dijo ella, cuando Leo salió a recibirla.

Él se encogió de hombros y la ayudó con todo el material que traía.

- Heredé la casa junto con las participaciones del banco. Podría haberla vendido, pero me gusta el eapacio; no soporto sentirme agobiado.

Serena pensó inmediatamente que el matrimonio agobiaría a Leo tanto como las habitaciones  pequeñas y sintió tristeza.

En el interior, las habitaciones estaban muy bien iluminadas y decoradas con gusto y elegancia, pero la que más le gusto a Serena fue la cocina. Era muy grande y sus amplios ventanales se abrían al jardín. Desde la ventana que había sobre el fregadero, podía verse el río teñido de oro a la caída de la tarde. Los muebles eran de madera y el suelo de terracota y el conjunto parecía sacado de una revista de decoración.

Sin embargo, la cocina no tenía vida, se veía que no había nadie que se ocupara de ella; no había libros de cocina apilados en alguna estantería, lista de alimentos que faltaran en la nevera, cajas metálicas de galletas... Todo estaba guardado en los armarios y todo relucía de extrema limpieza.

-¡ Qué desperdicio  de cocina!- exclamó ella.

-¿ Qué le pasa?- preguntó el, perplejo.

- No le pasa nada malo, soló que nadie se ocupa de ella; una cocina necesita un cocinero. Es un lugar que hay que vivir como cualquier otro de la casa y se ve que no pasas mucho tiempo en ella.

Leo miró a su alrededor como si advirtiera el vacío por primera vez.

- Casi nunca utilizo la cocina- afirmó él-. La reformé con el resto de la casa, pero la verdad es que la decoradora hizo lo que quiso.

-¡ Qué lástima!- dijo ella de nuevo-. Daría cualquier cosa por una cocina como ésta.

-¿ Cualquier cosa?- preguntó Leo en un tono extraño.

Serena alzo la vista de la encimera y lo miró sonriendo.

- Casi cualquier cosa- respondió-. Más vale que empiece. ¿A qué hora llegan?

- A las siete y media. ¿Quieres que te ayude a hacer algo?

- No - dijo ella, mientras se ponía el delantal-. Tan sólo quiero que ye quites de en medio.

Leo sonrió y Serena se puso inmediatamente a trabajar. La tarde pasó y Serena, por fin, terminó los preparativos y puso la mesa con los más finos manteles  que Leo tenía en la casa y la cubertería de plata.

Una vez terminado todo, Leo la condujo al piso de arriba para que se cambiara.

- Puedea usar mi habitación- dijo él, abriendo la puerta de su dormitorio-. Hay un baño ahí- añadió señalando con el dedo-. No importa que pongas tus cosas sobre la cama, así daremos la impresión de que usas la casa, por si acaso a Noelle se le ocurre cotillear.

Serena se quedó sola en la habitación de Leo. Estaba decorada en color marfil y negro y era muy grande también. Sin embargo, era un dormitorio que mostraba la frialdad del carácter de Leo. No había fotos ni nada que indicara lazos sentimentales con otras personas. Se preguntó si aquella forma de ser se debería a algún desengaño amoroso; si había sufrido como ella la experiencia de un amor decepcionante.

Una Chica Interesada {Completada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora