Capítulo 29

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La cara de estupefacción que ha puesto el señor Coleman es indescriptible y es que no es para menos después de oír el pedido de divorcio. Tengo que admitir que no me esperaba esto, no.

Natalia Coleman sube al estrado tras entregar lo que parece ser una grabadora y hacer el juramento de verdad. Rhys se pone de pie y comienza a instarla a que hable con sus preguntas.

—Comencé a sospechar de él y de lo que hacía hace unas semanas, hasta ese entonces solo creía que había conseguido un buen empleo y que estaba ocupado debido a eso—dice con una expresión cargada de amargura—. No estaba segura de lo que se traía entre manos y el no solía ocultarme cosas importantes, por eso decidí enfrentarlo.

—¿Qué fue lo que le dijo el señor Coleman?

—Lo negó todo—masculla—, incluso cuando ya se hacía obvio y que los abogados se movilizaban a su alrededor, lo negó. Negó estar metido en algo grande, negó haber hecho lo que hizo y lo siguió negando durante días, hasta que salió la noticia del juicio.

—¿Ahí lo admitió?

—No le quedó otro remedio, pues ya todos sabían de lo que estaba siendo acusado. ¿Con que cara se atrevería a negarlo nuevamente?

La observo con curiosidad, estudio su rostro enfadado y me resulta extraño. Es raro que una mujer delate a su marido en situaciones como estas y creo que todos se han de hacer la misma pregunta que yo: ¿Por qué? ¿Qué la motivo a hacerlo? ¿A traicionar al hombre con el que decidió pasar el resto de su vida? ¿Lo hizo por hacer el bien o tenía algún otro motivo?

—¿La grabadora que nos ha proporcionado contiene dicha confesión?

—Así es. Esa grabadora contiene la confesión de las amenazas, del fraude, de todo, incluso del motivo por el cual se originaron mis sospechas.

—¿Cuál es ese motivo?

—Hace un tiempo, mi marido se estaba bañando y recibió una llamada. El creyó que yo no lo oiría por el ruido de la ducha, pero no fue así. Pude escuchar claramente como la nombraba y le decía que lo de la otra noche podría repetirse, que luego la llamaría—dice al tiempo que le echa una mirada llena de odio al señor Coleman—. En ese momento, descubrí que mi marido frecuentaba a Jeannette Franco y no precisamente por motivos laborales. Y, a raíz de eso, también descubrí que ocultaba más cosas.

En otras palabras, Natalia ha dicho que su esposo ha cometido adulterio con Jeannette Franco, es una de las acusadas, una de las cómplices.

Uno de los asistentes toca el botón de reproducir y nos hace escuchar a todos los presentes la discusión que ella ha tenido con Mason, donde confiesa todo, y una charla entre el acusado y Jeannette con tonos sugerentes y palabras algo subidas de tono, que habrá grabado a escondidas. Ella ha aportado—como si hiciera falta a estas alturas— otra prueba de su culpabilidad.

Sin duda, este ha sido el golpe más duro que ha recibido el señor Coleman, pues no ha podido soltar palabra alguna durante todo este tiempo en el que ella ha estado en el estrado.

—Gracias, señora Coleman. No tengo más preguntas. —finaliza Rhys con aires de victoria.

Su actuación ha sido espectacular. Ha logrado derrotarlo con mucha destreza y audacia. Todo el esfuerzo ha valido la pena.

—La corte entrara en receso para tomar una resolución—dicta el juez—. Se reanudará la sesión a las quince horas para dictar la sentencia.

Da dos golpes con el martillo y procede a salir junto a las demás autoridades. La señora Natalia camina con paso seguro y se detiene frente a su esposo, lo mira con molestia y dolor.

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