Capítulo 12

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Me levanto con una felicidad indescriptible y todo se debe a que el aparato del demonio, es decir, mi despertador se ha quedado en el departamento. Una mañana sin su chillido insoportable no puede empezar mejor.

Escucho como tocan la puerta y camino hasta ella para ver de quien se trata. Me encuentro a un John algo despeinado y boquiabierto, como si tuviera algo que decir. Espero unos segundos a que hable, pero se ha quedado sin habla y, tras seguir su mirada, me doy cuenta del por qué. Cruzo mis brazos para cubrir mi pecho, al tiempo que siento mis mejillas arder. ¡Aún estoy en pijama! Aunque sea solo una camisa de tirantes blanca y un short rosa... ¡No me he puesto el sujetador aun! ¡Moriré de la vergüenza!

—El...—dice al cabo de un minuto, mientras redirige su vista hacia el pasillo y carraspea—el desayuno está listo.

—De acuerdo, iré enseguida.

John asiente y se va a encontrarse con los demás, mientras que yo me escabullo al interior de nuevo y cierro la puerta. Sé que es un detalle insignificante, pero ¡Ay, mamá!...

—¿Jane? —la voz adormilada de Karen me saca de mi estado de pánico—¿Qué ocurre? ¿Por qué estas pegada a la puerta de esa forma?

—Ha venido John a avisarnos que está listo el desayuno...

—¿Y lo recibiste así? —dice, ahora sonando más normal y abriendo los ojos como platos.

—¿Tan mal me veo? —me asusta su respuesta.

—Ve a arreglarte. ¡Tenemos que quitarle esa imagen tuya de la mente! —ordena.

—¡Entendido! —coloco mi mano en la frente, cual soldado al recibir órdenes del superior y me encamino al baño.

Si bien Karen exagero un poco, la verdad es que no estaba muy presentable que digamos. Me aseo, me visto de una forma más decente y me uno a los demás en la mesa del jardín para desayunar. Para mi suerte, John hace de cuenta que nada ha pasado, cosa que agradezco, y nos ponemos a planear nuestro paseo.

El pueblo en el que se encuentra la casa es muy tranquilo y colorido. Las personas saludan e incluso nos invitan a participar del festival que se va a desarrollar en la plaza cayendo la tarde. Recorremos las calles, mientras Karen y yo no dejamos de sacar fotos. Todos estos lugares pueden servirme de escenarios para mi novela, así que aprovecho a verlos con mucha atención.

Luego de un rato de caminata, Alisson se lleva a Karen y a Jake a comprar refrescos, dejándonos solos a John y a mí. Por alguna razón, él no deja de mirarme y yo me pongo nerviosa.

—John... —digo, encarándolo.

—¿Si?

—¿Estas divirtiéndote? ¿Te ha gustado venir?

—Si—dice con una sonrisa—. Me encanta este lugar, es tranquilo y puedo relajarme bastante.

—¡Que alivio! —digo al tiempo que suelto un suspiro.

—¿Alivio? —me mira extrañado.

—Pensé que solo accediste por compromiso, pero que te iba a desagradar... que seguías molesto.

Él se quedó pensativo unos segundos, como si buscara recordar el motivo de mis palabras, hasta que lo consigue. Deposita su mano en mi cabeza y revuelve mi cabello.

—No estaba molesto, simplemente me pareció más adecuado lo que te dije.

—Si te molestaste, yo lo note—digo mientras me cruzo de brazos—. La próxima vez, iremos solos.

Su sonrisa aparece de nuevo y me conquista una vez más, hago eco de ella y dejo que la mía se adueñe de mi cara. Soy feliz, por el simple hecho de que, aunque yo no quiera hacerme ilusiones y admitirlo, es cierto que él insinuó que quería algo más privado, algo para nosotros dos solos, como una cita.

El cerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora