Capítulo 32

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No puedo creer lo que mis ojos están viendo. ¿Ha despertado? ¡Ha despertado!

Siento como se me infla el pecho de la emoción y de repente no sé qué hacer. La observo mientras me pellizco el brazo. Siento el dolor y entonces sé que no es un sueño.

—¿Jane?

Sus ojos se encuentran perdidos en algún lugar del techo, como si estuviera procesando toda la situación. Poco a poco comienza a recorrer la habitación con la vista, hasta que se topa conmigo. Me estremezco cuando nos conectamos, cuando parece que el tiempo se detiene, y por fin después de tanto tiempo somos capaces de encontrarnos.

—Hola—susurra con la voz rasposa y sonríe levemente.

—Hola—suelto en medio de un suspiro de alivio.

Tomo su mano y la beso, sintiendo el escozor en los ojos, aun sin terminar de creerme lo que está pasando.

—¡Oh mi Dios!

La voz de Karen nos alerta y volteamos a verla. Se ha sorprendido tanto que ha tirado el ramo de flores al suelo.

—Ha... ha...

—Karen, no entres en pánico. —le digo, pero no me escucha.

De un momento a otro, sale corriendo en busca del doctor. Sus chillidos se escuchan por todo el hospital.

—John.

Su voz débil retumba en mis oídos y me devuelvo a verla. Sus ojos están cristalinos y puedo notar como intenta decir algo, quizás muchas cosas a la vez, y no le sale.

—Tranquila—le digo al tiempo en que sostengo su mano con firmeza—. Ya habrá tiempo para todo.

Entonces el doctor entra a la habitación acompañado de unas cuantas enfermeras que me piden que los deje trabajar. Al principio me rehúso a separarme de su lado, pero luego me obligan a salir de la sala. Veo sus ojos brillosos por última vez justo antes que la puerta se cierre en mi cara. Suspiro resignado y decido esperar a que la revisen.

—Estoy feliz.

Me sobresalto al oír la voz de Karen y notar que ha estado parada al lado mío todo este rato. Por un momento, me he olvidado de su existencia. Me siento en uno de los bancos y ella se sienta a mi lado.

—Me alegro que haya despertado—dice al cabo de unos segundos—, en especial porque ya no tendrás esa cara de muerto viviente ni parecerás un vagabundo. Aunque, por suerte, te has acicalado antes de venir y Jane no tendrá que ver ese lado de ti.

—¿Intentas reconfortarme o insultarme?

—Un poco de ambas—suelta entre risas—. La verdad es que te ves mucho mejor así.

—¿Limpio?

—Con Jane despierta.

—Yo también estoy feliz—digo al tiempo que se forma una gran sonrisa en mi rostro—. Me siento vivo de nuevo.

Nos quedamos en silencio, con el peso de nuestros hombros alivianándose con el paso de los minutos, hasta que el sonido de unos tacones acercándose se escucha por todo el pasillo y tan solo un instante después aparece Rachel. La azafata lleva puesto su uniforme, pero está bastante desaliñado y su cabello esta todo revuelto, como si hubiera tenido una noche alocada.

—Se lo que están pensando, atrevidos—dice mientras se acomoda las fachas—, pero no es momento para chismes. ¿Cómo esta Jane? Leí tu mensaje y me apresuré a venir.

—Le están haciendo exámenes, no sabremos los detalles hasta dentro de un rato.

—Lo importante es que ha despertado—digo con una sonrisa y Rachel asiente.

El cerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora