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Despertó de la pesadilla con un alarido muriendo en su garganta y, empapado en sudor, se sentó en el borde de la cama notando que empezaba a hiperventilar. 

No había tenido un ataque de ansiedad desde que hizo aquel viaje en el tiempo, pero enterarse del Alzheimer de Peggy provocó que su subconsciente le recordara nuevamente lo frágil que era su mente. Si alguien pronunciaba las palabras programadas podría volver a perder la cabeza de inmediato y, con ello, su identidad y recuerdos. Se convertiría de nuevo en un asesino implacable con la facilidad de un chasquido de dedos. 

Golpeó repetidas veces la almohada, convirtiéndola en nada más que una explosión de plumas volando por la habitación en penumbra. Frustrado, cabreado consigo mismo por haber sido tan débil en el pasado. El dolor que sentía en el pecho no era nada comparado al que le había hecho a los demás. 

Durante el año que ejerció como nuevo Capitán América encontró una forma de guardarse las espaldas. Día a día, escribía detalladamente en diarios todo cuanto le acontecía, cada persona que conocía, con el fin de saber la verdad de su propio puño y letra. Así nadie podría volver a engañarle metiendo falsas ideas en su mente. Pero no tenía los diarios consigo y le atormentaba la idea de perderse una vez más bajo el control de Hydra.

Entró en el baño donde se mojó el rostro, buscando desesperadamente serenarse. No era momento de perder los papeles. Aquel no era su apartamento, no podía ir destrozando cosas para desahogar la ira. Suficiente tensión había ya en el ambiente, sobretodo por parte de Stark. Y Fury no se quedaba atrás, aunque le hubiera dado material de sobra para confiar en él, sabía que seguía bajo el punto de mira debido al incidente con Rumlow. 

"Es una bomba de relojería" le había escuchado decir. Y, desgraciadamente, tenía razón.  

Abandonó la habitación aprovechando que todos estarían durmiendo y se dirigió a la cocina con el fin de airearse y beber algo, pero cuando vio luz saliendo de ella se detuvo. Temía que fuera Stark quien se encontraba dentro y no estaba en su mejor momento para tener un encuentro a solas con él. Sin embargo, cuando quiso darse la vuelta para regresar al dormitorio, chocó de frente con el duro cuerpo de Steve. 

—Hey colega, ¿qué hacías ahí plantado?— le regaló una sonrisa y, rodeándole los hombros con un brazo, le guió hasta la cocina contra su voluntad, pese a que él no ofreció resistencia. Después de todo, era Steve, nunca podría decirle que no a Steve—. Buenos días.

Tal y como había supuesto, el hombre de hierro se encontraba en esos momentos sirviéndose un café, Tablet en mano. El saludo de Steve hizo que en sus labios se formara una sonrisa mientras se giraba, pero esta murió cuando sus ojos se encontraron con James. 

—Noches, Rogers, mientras sea oscuro es de noche. ¿Eso no lo aprendiste en los 40?— caminó hacia ellos con una sonrisa arrogante—. Si me disculpan, vejestorios, me vuelvo al taller.

—¿Aún trabajando? 

—La pelirroja y el pájaro están de misión, Jarvis y yo vamos a abrirles camino a distancia— explicó dejando la cocina. 

Su máscara emocional era más firme que la de su traje, de eso podía estar seguro. Aunque lo ignorara deliberadamente, en ningún momento daba muestras de su odio y desprecio. 

—Bueno, parece que hoy nadie duerme  — comentó Steve, quitándose las vendas que cubrían sus nudillos.

—¿Te has pasado la noche entrenando?

—Estuve casi 70 años congelado, he dormido suficiente. ¿Qué hay de ti? Tienes mala cara, incluso más pálido que yo— alzó una mano acariciándole la mejilla con una sonrisa, provocando que el pecho de Bucky volviera a desbocarse.  

Back to the Line [Trilogía Stucky - 2] - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora