Reloj de Arena

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"Demasiada cordura puede ser la peor de las locuras; ver la vida como es y no como debería de ser."
—Miguel de Cervantes Saavedra.

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Michele miraba con hastío desde uno de los ventanales en el edificio principal, como el doctor Altin se despedía de algunas personas y luego partía hacia la ciudad acompañado del mismo estorbo rubio. Apretó tanto los dientes que le rechinaron y Sala lo observó asustada, la imagen que le devolvían sus ojos era de un verdadero demonio, no del hermano gemelo con quien compartió incluso el vientre materno.

Aunque las circunstancias no fueran favorables y las decisiones tomadas tampoco eran precisamente acertadas, nunca podría darle la espalda a su propia sangre. ¿Cómo sería capaz de apretarse el corazón y dejar a la deriva a Michele? Su querido Mickey.

Podía tener diferencias con su marido, Emil, y ni eso sería suficiente para romper ese lazo. Vivió mucho tiempo creyendo ser capaz de descifrar todos los sentimientos de él, pensando que jamás lograría engañarla. Eran hermanos, compartieron la misma habitación durante años, compartieron prendas de ropa, juguetes, historias.

Compartieron el mismo cuerpo.

Nacieron unidos por un pedazo de carne en un costado. Cuatro piernas, dos cabezas, dos corazones, varón y mujer. Tres brazos. Ser siameses no era sencillo.

Culparon a sus padres de aberraciones que ocasionaron su nacimiento de tal manera tan deforme y espantosa. Uno de los brazos quedaba entre ambos y el control de el no era cosa fácil. De niños no había tanto problema pero mientras crecían, ¿cómo poder vivir en paz unido a alguien? Llegaron a la edad de diecisiete todavía pegados.

Puede que la situación se oyera desfavorable, es decir, debían diseñarles ropas de una sola puesta y con espacio y diseño diferente. Bañarse era todo un lío. Dormir sin poder moverse, tener que caminar al mismo ritmo. Pero Sala se llevaba bien con ello.

Michele no.

En el momento en que ambos debían decidir a qué profesión querían entrar en la universidad, el caos se desató pues ambos tenían ideales muy diferentes. Forzosamente debían entrar a una, donde asistieran los dos y no generar inconvenientes.




—¡No puedo! ¡No puedo seguir viviendo así!—, vociferó el chico, fuera de sus estribos y aterrando a su hermana.

—Mickey, podemos solucionarlo. Escoge tú la especialidad, yo estaré bien con lo que sea...

—¡No seas estúpida! Ya no aguanto, necesito mi privacidad, ¿cuándo podré hacer algo sin que tú estés ahí?—, escupió furioso y escrutó a su otra mitad con desagrado—; solo míranos, somos una asquerosidad.





La cirugía para separarlos era demasiado costosa y peligrosa, además de nunca haberse realizado con éxito. El italiano se empecinó y sus padres al final debieron acceder, aun sabiendo que exponían la vida de sus hijos. El médico cirujano a cargo del procedimiento sería un tal Yuuri Katsuki. La cuestión recaía en que debían decidir cuál de los dos se quedaría con el brazo intermedio.

Insanire »otayuri AU«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora