"Cuando estoy entre locos me hago el loco."
—Diógenes de Sínope.
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Caminaron en silencio por los corredores, retrocediendo el sendero antes hecho por Otabek. Hombro contra hombro, dejando sus sombras combinadas en la pared bajo la luz del medio día que se filtraba en colores apasionados por el ventanal desgastado. El moreno se remojó los labios mirando por el rabillo del ojo al chico unos dos centímetros más bajo. Creyó que si continuaban así pronto podría oírse su propio corazón desbocado en medio del silencio, que ese sonido llegaría a Yuri y eso lo atormentaba de sobremanera. Se preguntó cuándo fue el momento en que perdió parte de su discreción o si está realmente existió.
Luego de las acusaciones y todo el jaleo en que se había visto envuelto desde temprano, inició una lucha mental que lo sacudía en silencio. El remordimiento y la culpa se veían mezclados junto al sabor del café que bebió hace minutos, aunque ahora se le antojase como horas, formando un regusto metálico. Todo lo que giraba en torno al ruso para Otabek no tenía razón. Vaya ironía que el dueño de sus pensamientos tampoco la tuviera. En pequeños instantes se permitía darle una ojeada superficial, cuidadoso de que este último no se percatara.
El chico era de una complexión menuda, lúcida a pesar de haberse negado a comer los últimos días y no existía poder tan misericordioso para obligarle. Aunque no quisiera admitirlo era lindo, tenía un rostro delicado junto a una nariz pequeña y afilada, cuya punta era adornada por matices rojizos debido al frío. Significaba la estética del ruso promedio, pero ese mocoso poseía mil veces más una gracia atrayente.
Otabek trastabilló y atrajo la atención de Yuri quien frenó el andar a su lado para verle confundido. Su psiquiatra parecía aturdido y con la mirada perdida.
¿Cómo era posible de tener esos pensamientos tan peculiares por un chico? ¿Estaba contagiándose?, ¿Era una presa tan fácil? Todas esas preguntas se aglomeraron en su cabeza, hasta que sintió la mirada de cierto rubio puesta en él. Le devolvió el gesto y ambos permanecieron así unos momentos, los ojos puestos en los contrarios.
Yuri rompió la situación incómoda al recargarse contra la pared y desviando su atención al suelo agrietado. Quería preguntar que había sido lo que le ocurría al kazajo, no lo hizo por la certeza de que este no hablaría. Además sus palabras indiferentes acerca de la fuga lo dejaron casi convencido de que tratar con él no era muy diferente a hacerlo con el resto de médicos, podía decirse que ahora se hallaba un poco intimidado por la presencia de Altin, algo que no sintió en primera instancia. La primera vista que tuvo de él fue alguien estoico y reservado, pero sus instintos indicaban que era de fiar. O eso pensó. Era difícil no tener en quien apoyarse para sobrellevar la situación tan baja en que había caído.
Vaya desgracia que Otabek no fuera transparente porque ahora no hallaba las palabras para disculparse. Sentía una necesidad creciente de pedir perdón por las cosas dichas. Para el ruso lo más viable es que la actitud del moreno derivaba de la duda, sospechaba que no lo estaba guiando por el camino correcto al paciente que escapó. Cada uno divagaba las causas que les eran lógicas, cuando sólo eran ellos dos, detenidos en ese estrecho pasadizo de Concordia sin saber como romper el hielo.
—Antes de seguir quisiera saber, ¿Serías capaz de entregarme para que me hicieran todas las cosas que dijiste? Es decir, sé que ahora la situación es complicada y no debería demorar el tiempo en esto, es sólo que tu... No te ves malo como los demás—, el rubio trató de no bajar el tono de su voz para no ventilar la inestabilidad que lo aquejaba. Por instinto se abrazó a si mismo sin desviar su mirada menta de los zapatos lustrados de Otabek, a quien por una décima de segundo no le habría molestado estar tan enfermo como él y entonces abrazarlo, dejarlo ahí como un niño pequeño y prometerle que todo estaría bien. Pero jamás podría ser así.
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Insanire »otayuri AU«
TerrorOtabek Altin, un egresado en psiquiatría durante el año de 1932, acepta lo que parece ser una primera y buena oferta de trabajo. Esto terminará por ser el inicio de una pesadilla interminable: la crueldad con la que los pacientes son tratados dentro...