Efervescencia

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"Alguna gente no enloquece nunca. Qué vida verdaderamente horrible deben tener."
—Charles Bukowski.

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El nuevo día había comenzado ni bien entrada la madrugada. Los pacientes fueron sacados por “cientos” para ir a las duchas y darse una limpieza rápida. Primero el grupo que era conformado por el interno 1 hasta el 100, así consecutivamente hasta el de Yuri, que fue el grupo tercero en entrar.

Fueron separados de las mujeres momentos antes. Los conducieron hasta una habitación tan enorme como la estancia principal y dividida en dos secciones, donde la primera suponía ser unos vestidores con algunos ganchos en las paredes y pocas toallas pendiendo de ellos. Había mucho olor a humedad y grandes charcos en el piso, Yuri se arrepintió de salir sin zapatillas.

Los enfermeros dijeron una serie de procedimientos que el rubio siguió desconfiado y demorándose más de lo estipulado. La indicación que dieron al comienzo lo dejó inquieto, debía desnudarse sin más y enfrente de todos, para adentrarse en un baño comunitario con regaderas seguidas y separadas por una pequeña pared de un metro de altura.

Con manos temblorosas se fue despojando de sus prendas mientras el frío le acariciaba la piel, dejándole un sonrojo en las mejillas por el esfuerzo de no tiritar. Luego debía dejar el atuendo en una canasta que tenía su número y no olvidarse de cuál era. Se sorprendió de la tranquilidad con la que los demás seguían el ritmo, usando sus rostros decaídos de siempre.

Entró al espacio destinado cuidándose las espaldas, se sentía tan humillado que el rostro se le puso rojo por el coraje. Jamás en su vida espero un trato así, como uno más del montón, una persona más que se confunde entre la multitud. Tomó lugar en uno de los cubículos y abrió las llaves de la regadera.

El agua gorgoteo violenta primero, para finalmente salir disparada desde el tubo como un mangerazo, dándole de lleno en el hombro. Gimoteo por el golpe súbito y lleno de presión pero no dijo nada, había gente contemplando sus movimientos. El líquido estaba helado y está vez no pudo evitar dar pequeños saltitos en su lugar, tratando de reanimar sus articulaciones congeladas y corriendo el riesgo de resbalar.

Alguien le extendió una barra de jabón envuelta en papel fino por encima del pequeño muro que le daba privacidad, supo después de echar un vistazo que se trataba de Guang.

Cuando lo sacó, sintió la textura cerosa y al tallarlo notó que no producía espuma, pero al parecer limpiaba muy bien. Era como un pedazo de grasa embutida. Con ello, y junto al shampoo de pomelo y menta que había, se aseó como pudo, quedando satisfecho con el resultado cuando sus diez minutos se agotaron.

Regresó casi corriendo por su ropa, aunque siendo precavido de no verse tanto. Vaya fue su sorpresa al no encontrar nada en el cesto donde la dejó. Ni siquiera los interiores. Estupendo.

Se adueñó de una de las toallas, cubriendo su cuerpo en el instante. Nuevamente presenció como el resto ni se inmutaba ante la ausencia de sus trajes, sólo se quedaban dentro de las duchas y hacían cualquier otra cosa. Yuri prestaba suma atención a todo lo que le rodeaba.

Había un espejo clavado a la pared, cubierto por una ligera capa de vaho —producto de todas las respiraciones humanas encerradas— y limpió con sus manos una esquina, casi sin darse cuenta del tacto frío del vidrio en las yemas de sus dedos arrugados. Miró su reflejo como si la persona ahí fuese algo ajeno y traído del peor cuento de terror. Estaba del asco.

Tenía las cuencas de los ojos hundidas y rodeadas por una estela violácea no tan intensa, ya que las pequeñas venas de sus párpados aún se veían. Su cuerpo tenía diminutas marcas púrpuras donde había sufrido de accidentes por su torpeza o sido atacado. Los labios partidos a efecto de las bajas temperaturas que experimentaba el país con un azote de ráfagas de aire polar que bajaron desde Siberia durante la noche. Incluso tenía una pequeña cortadura en el extremo.

Insanire »otayuri AU«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora