La lista

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"La venganza es el bocado más dulce, para el paladar, que jamás se ha cocinado en el infierno

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"La venganza es el bocado más dulce, para el paladar, que jamás se ha cocinado en el infierno."
—Walter Scott.

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Después de presenciar la puesta en escena de Macbeth, Otabek se retiró a lado de su pareja, rechazando las propuestas de Viktor acerca de ir a cenar y excusándose de un terrible dolor de cabeza. Para su sorpresa, Yuri también declinó a la oferta, puesto que Lilia se había puesto específicamente insistente hacia él.

—Estoy algo cansado, quizás en otra ocasión—espetó el rubio. Al parecer, las personas a su alrededor pretendían estar al tanto de qué clase de relación mantenía con el psiquiatra. O algo así le mencionó él, explicándole que podía comportarse con naturalidad frente a ellos. Por esto, no tuvo que pensar mucho y se afianzó al moreno, quien le ofreció su brazo para caminar el corto tramo de estacionamiento que les quedaba.

—Es una lástima, pero en fin, espero que podamos salir otro día—dijo la esposa de Nikiforov. La mujer tenía una extraña particularidad en poner distancia con su marido y Katsuki. —Ahora que el doctor Altin asumirá la dirección, doy por hecho que muchas cosas van a cambiar respecto a cómo llevan su…—enmudeció y retorció sus manos entorno al vestido que lucía, una pieza elegante en corte trompeta, confeccionado de tafetán con detalles de organza color champagne. Estrujó el abanico que portaba, visiblemente incómoda al no poder atinar con la palabra exacta, o tal vez renuente a pronunciarla.

El kazajo se aclaró la garganta. —A nuestro compromiso—, completó. De soslayo, compartió una mirada significativa con Yuri.

—Sí. Me imagino que será toda una aventura, ¿cierto?—preguntó en un intento de efusividad, bastante inútil, al rubio. Por obvias razones, las respuestas del muchacho no eran tan animadas y, por ende, no veía las dobles intenciones de la mujer. Sin disimulo, Altin lo apartó de ella y por la mirada que le dedicó a Lilia, Plisetsky entendió que ella no era precisamente alguien que se quedara de brazos cruzados.

Baranovskaya era tan hipócrita como para mantener relaciones extramaritales, y para colmo portarse pudorosa cuando de homosexualidad se trataba.

Por la manera en que Yuuri analizaba a la fémina, usando esos ojos desdeñosos que escondía tras el cristal de sus lentes de botella, entendió que su presencia era detestable para cualquiera que llevase más tiempo en conocerla.

Luego de las despedidas no tan agradables, habían partido de regreso a la residencia montados en la motocicleta. Otabek manejaba por calles desiertas y poco transitadas de caminos todavía empedrados, donde entre las ranuras aún corría la lluvia de ayer, formando diminutos ríos de agua. Esto con el propósito de que el rubio pudiese ir bien abrazado a él durante el trayecto, sin el pendiente de ser objeto de miradas desagradables.

Insanire »otayuri AU«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora