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Elise Flint

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Elise Flint

👶🏻 Llegaste por fin 👶🏻

Las contracciones cada vez eran más fuertes, el dolor era casi insoportable, y Ted no contestaba el teléfono, no quería que se perdiera el nacimiento de nuestro hijo, esto era algo muy importante para ambos, por eso era urgente que lo localizara.

—¿Ya contestó?— chillé intentando soportar el dolor.

—No, pero podemos enviarle un patronus.— dijo mi hermana observándome a lo que asentí.

—¡Lo que sea pero hagan que venga!— chillé, el dolor era agudo.

***

Aún no sabía de Ted, y ya estaba en el hospital, con contracciones más fuerte y dando las respiraciones yo sola.

—Eli, no contesta, y ni siquiera sabemos si vio el patronus.— dijo mi hermana mientras me observaba fijamente, a lo que apreté los dientes.

—¡Márcale a Victoire!— pedí o grité, no estoy muy segura.

Diez o quizá veinte minutos, esa era la cantidad de tiempo que había pasado desde que hablé con mi hermana, pronto sería el momento del parto, o por lo menos eso me había dicho la medimaga y aún no había señal de Ted, pero este bebé nacería con o sin él, porque sin lugar a dudas no estaba dispuesto a esperar más tiempo dentro de mí.

—¡Elise!— chillo Ted entrando, y cuando lo vi solté un suspiro de alivio, por lo menos, no haría esto sola.

—¿Dónde estabas? ¡Mandragoras, nuestro hijo va a nacer!— gimoteé observándolo a modo de reproche.

—Eso es lo de menos, ahora preocúpate por tener a nuestro bebé.— indicó mientras tomaba mi mano.

Asentí, tenía razón; no pasó mucho antes de que la medimaga entrará y dijera que era hora de comenzar a pujar.

***

El dolor era cada vez más insoportable y luego, un llanto.

—¡Lo hiciste!— grito Ted, con una sonrisa en su rostro.

Suspire, lo había hecho, mi bebé ya estaba aquí, la enfermera lo limpio antes de entregármelo.

—Hola cariño.— susurré por lo cansada que me sentía, mientras me lo pegaba al pecho y lo calmaba un poco.— Mami está aquí.

—Es precioso, Elise.— susurró Ted, sin perder de vista nuestro hijo.

—Claro que lo es.— murmuré.— Eres el niño más bello.— dije antes de depositar un beso en su pequeña frente.

Él se acurrucó en mí y no tardo en dormirse, después de todo, no es que los recién nacidos hicieran mucho.

—Por fin estás aquí, niño de mamá.— murmuré observándolo, ya era mamá.

—No puedo creer que somos padres, Elise.— susurró Ted.

—Ni yo, pero es que míralo.— pedí.— Con verlo todo lo que pasamos durante estos meses vale la pena...

—La verdad es que tienes toda la razón.— acepto.

Éramos padres de un precioso niño.

—¿Cuál es su nombre?— cuestionó la medimaga.

—Aún no tiene.— admití.

—Está bien, por ahora lo llamaremos por su apellido.— sonrió de una manera reconfortante.

—Lupin-Flint.— indicó Ted.

—Felicidades a los nuevos padres.— sonrió y nos dejó solos.

Este sólo era el comienzo, ahora venía la verdadera aventura al lado de este bello niño que era nuestro y de nadie más; ya éramos padres, ahora debíamos comenzar a portarnos como unos.

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