XXIII. Parte 1: el Bob aparece en este capítulo, pero Alan no 😐

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Mýriam pateó con fuerza la máquina hasta que cayó la bebida que quería y pudo llevársela sin necesidad de pagarla. Hecho esto, fue a sentarse en la mesa del patio donde ya la esperaban Álison e Isabella.

Hola.

Hola.

Bueno, Álison... ¿Entonces invitaste a Wren para el Baile?

—Más bien fue él quien lo hizo, pero acepté.

—Guay. Mil veces mejor que quedarte en tu casa.

—Ya verás como mi bróder no te decepciona: él es un auténtico gentleman.

Mýriam retiró la tapa de plástico de su botella y dió un trago.

—¿Queréis?

—¿A qué sabe?

—Pone que a "Tropical Mix Caribeño".

—¿Y qué lleva?

Mýriam comenzó a mirar los ingredientes con atención: uva, pera, manzana, naranja, albaricoque... al mismo tiempo tiempo que los iba recitando. Hasta que oyó cómo alguien tras de ella susurró algo a su oído hasta dejarla paralizada.

—Te amo...

Lo siguiente que sintió fue como unos brazos se abrazaban con fuerza a ella. No sabía qué hacer, por lo que golpeó con su botella fuertemente al extraño, dándole en la cabeza. Entonces se giró a ver cómo éste se sobaba la cabeza.

—Ahy! Peru kih ti pasha?

—Eh... ¿Bob? ¡¡Lo siento mucho, pensaba que eras un violador!!

—Ejque lla nu rekonoceh mi boz?

—Es sólo que... Yo... No esperaba esto. ¿Qué haces aquí, en Bleumont?

—Eh venío 'ta aquí pà conquihtalte. Ave o no?

—Eh... ¿Perdón, Bob?

—ió te quero cõ tò mi curazonsito i desque tu té fuihtes eh sentío qu'algo falta in mi vida.

—Pero, Bob... yo... Lamento tener que decirte esto después que que hayas venido aquí desde Orejón por mí... Pero aunque te quiero, no creo que podamos estar juntos...

—I por khé nu cres que haiga un opultunidà pà nozotroh?

—Es que... verás, Bob. Tú & yo no podemos estar juntos porque, al igual que me avergüenzo de mis orígenes, también lo hago de tí. Ya me has arruinado la vida viniendo aquí a hacerme esto en la prepa, delante de todos. Mira cómo todos nos miran y juzgan: ¡qué vergüenza! Si te quedas arruinarás mi reputación... Deberías volver a Orejón.

—Pehro nu podo bolver a Orejón, ió... ió me eh canbiao a tu ehcuela, pà podel 'tar con tigo, i me eh mudao a ehta ciudaz.

—Ay, siempre tan impulsivo... Pues no sé qué piensas hacer ahora... Desde luego, mejor a mi no te acerques: ¿qué pensarán todos si me ven contigo?

—ió penzava qe t'areglarías de berme.

—Lo siento, pero si piensas seguir aquí... como no cambies dudo que podamos seguir siendo amigos :(

El Bob, al ser rechazado el amor de su vida, sintió cómo todo su mundo se derrumbaba. El dolor acumulado en su pecho era tan grande que ya no sabía qué hacer, y huyó de allí lo más rápido que sus pies se lo permitieron hasta caer rendido y derrumbarse, puesto que todas las angustias de su corazón habían agotado las pocas fuerzas que le quedaban. De su viveza, alegría y sagacidad poco quedaba ya más que un vago recuerdo. Un recuerdo tan olvidado como los primeros pensamientos que cruzaron por su mente cuando, esa misma mañana, se levantó lleno de júbilo; cuando pensó: «¡La veré! ¡Hoy mismo la veré! Esto es todo lo que deseo en esta vida: toda otra meta que tenga en mi vida se desvanece ante esta esperanza...»

Recordó también el último día que la vio, cuando, sabiendo que se iría, fue a su hacienda para despedirse, llevándole una limonada exprimida con los últimos cítricos que quedaban en su huerta, y la encontró en el salón, cantando y tocando en el clavicémbalo una melodía tan dulce y sublime que parecía proviniente de un ángel. Cuando ella se percató de su presencia, salió con él al jardín y, como de costumbre, él comenzó a recolectar sus sabrosas fresas mientras ella le leía los más conmovedores poemas de la poetisa Safo... El Bob rara vez prestaba atención, perdido en la inmensidad de sus ojos azules, absorto en la frescura de sus rosados labios, en la voluptuosidad de sus senos, y en toda aquella beldad que enardecía su alma... Llegado el momento de su partida, él no se pudo contener más: la llenó de besos y de lágrimas, y sus ojos volvieron a encontrarse por última vez en aquella campiña donde habían compartido tantos momentos gratos. Ahora, en la ciudad, ya no podría volver a contemplar aquel soberbio paisaje... atrás quedaba ese ubérrimo bosque, esas colinas plagadas de viñedos, ese valle de encanto incocebible bañado por los lagos de agua turquesa que, al atardecer, resplandecía aún más brillante que el oro...

Tan pronto como el Bob estuvo solo comenzó a correr un torrente de lágrimas de su corazón oprimido, y lloró desconsolado ante tan sombríoporvenir. ¿Quién no lo hubiera hecho en su lugar? Él mismo atormentaba su espíritu con el esplín más intenso; su mente, con la más cruel acedía. El pesar y la melancolía habían comenzado a echar tan profundas raíces en su alma que éstas iban, poco a poco, apoderándose de todo su ser, sumiéndole en un triste abatimiento. 

Sin embargo, mientras se sumía en lo más obscuro de su desesperación, a punto de acabar con su vida, apareció Isabella.

—Bob, Bob, Bob... Qué triste historia la tuya...

—I thú quién ereh i khé 'tah asiendo aquí?

Oh, Honney... He venido a solucionar todos tus problemas: conozco a alguien que seguro que puede cambiarte para conseguir a Mýriam.

—ió nu qhero canbiá, nu m'avergonso de lo que suy.

—Pues parece que tu amor no opina lo mismo...

—Intunces kanbiaré: haceré lo que haiga falta pà 'tar cõ la Mýriã, aonque tena que dejá de cer quien suy. 

  Al oír aquello, Isabella inició una risa maligna.   

Mi Tóxico Mejor Amigo el Playboy Hot ¿Enamorado de un Vampiro Gay? {Hipolento}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora