Capítulos Especiales 3/3

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  • Dedicado a Mi hermana, Violeta
                                    

—Narra Josh

Aparco el coche y quito la llave. Las luces se apagan y el coche vuelve a guardar su energía hasta que sea necesaria de nuevo. Abro la puerta y salgo del coche, cerrando la puerta con un suave portazo. Me acerco lentamente a la parte de atrás del coche donde, no puedo evitar mirar por la ventana antes de abrir. Contemplo como la niña más preciosa del mundo reposa sobre los brazos de la mujer más preciosa del mundo. Creo que es de las imágenes más bonitas que he visto y, he de decir que todas han sido con ellas. Ambas están dormidas, Beth tiene su pequeño rostro pegado al pecho de su madre, y Jen, Jen está con su cabeza pegada al respaldo. En su rostro, aunque esté dormida, se refleja felicidad, paz y amor y, a pesar de que me gustaría no hacerlo, abro la puerta.

—Jen —le llamo, frotándole con la mano el brazo—. Jen, cariño, despierta. Ya hemos llegado —y nada, o bien porque está dormida o bien porque no quiere, no hace lo que le pido. Entonces, para que se levante, le doy un dulce beso en sus labios adormecidos. Para cuando me separo, sus ojos azules ya están abiertos. Ella me sonríe ampliamente, aunque sus ojos siguen algo cerrados, no acostumbrados todavía al nuevo día.

—Da gusto despertarse así —me dice ella, yo le sonrío y le doy un beso en la frente. Ella me sonríe de nuevo y se dispone a levantarse, por lo que yo le ofrezco mi mano como ayuda, que ella acepta, sin soltar al bebé.

Me dirijo al maletero y tomo la cuna portátil de Beth y una bolsa llena de regalos y felicitaciones que nos mandaron nuestras familias al hospital, en cuanto recibieron la noticia. Mi madre apenas se creía que podía ser abuela y Connor no paraba de repetir la palabra “tío” con cierto desprecio, ya que decía que se sentía como si tuviese cuarenta años o más, pero yo sé que estaba feliz de serlo, que le hacía ilusión, lo conozco, y sé que, por debajo de ese desprecio se encontraba amor y felicidad.

Cuando abrimos la puerta, un sentimiento extraño me invade, algo que nunca antes había sentido, lleno de felicidad y amor, pero es más que eso, es algo enorme. Jennifer se adentra en los pasillos de la casa, para llevar al bebé a nuestro cuarto y yo dejo las cosas en la entrada, porque la sensación que me invade me está pidiendo a gritos que tome la mano de Jen.

Me acerco a su lado y lo hago, a lo que ella responde entrelazando nuestros dedos, como un nudo inquebrantable, como un nudo que une una familia y, debo decir que esos son los más fuertes. De nuevo siento ese sentimiento brotar dentro de mí, como una planta mágica, y entonces sé que es, cuando miro los ojos de la mujer de la que estoy enamorado. Tiene los ojos vidriosos, pero mira al frente, por lo que yo lo hago y entonces veo lo que ella ve. Veo como, a medida que pasamos por los pasillos, por las habitaciones, todo se ilumina, todo cobra vida y sentido. Todo lo que  había sido reformado y lo que no, se ve brillar, tanto que casi deslumbra. Y, entonces miro al bebé.

Beth tiene abiertos sus grandes ojos azules, y mira a todos los lugares, o todos los lugares la miran a ella. Sus ojos son dos luceros en esa casa, dos luceros que iluminan todo lo que debía ser iluminado y todo lo que ya lo era, pero de un modo diferente.

Llegamos a nuestra habitación, rodeamos nuestra cama y dejamos a Beth en la cuna. Ella sigue mirando con sus enormes zafiros a todos los sitios posibles. Se le ve tan pequeña, pero fuerte. Tan bella. Jen me rodea con ambos brazos y apoya la cabeza en mi hombro, sin decir una palabra y sin quitar los ojos de encima de la niña. Yo rodeo la espalda de Jen con un brazo y, con el otro, agarro su cabeza, y deposito un beso sobre ella, para que sepa que lo veo, que sé lo que ella ha visto, porque yo también lo he hecho. Una lágrima de Jen moja mi camisa, una lágrima que contiene lo que siento en este momento, al mirar a Beth, quien tiene sus bellos ojos puestos en nosotros. Esa lágrima lleva una de las pocas verdades que sé en este momento, y que lleva lo que habrá en esta familia, además de amor y felicidad. Y esa palabra es: esperanza.

Somos Mejores Juntos: Joshifer © (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora