Capítulo VI

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Me separé de él en cuanto me di cuenta de lo que acababa de hacer y de lo que estaba pensando. Quería correr, alejarme de él, estaba avergonzada y comencé a odiarme más de lo que ya lo hacía; pero ahí estaba, montándome en el carro y dejándolo sin palabras. Él reaccionó unos segundos después de que yo trancara la puerta y se montó. Nos fuimos.

Por Dios, que incómodo. Observaba por la ventana y apenas me dignaba a mirarlo, nunca había hecho algo así antes, jamás había besado a alguien que estuviera con otra persona... ni jamás había besado a alguien. Me toqué los labios dándome cuenta que eso fue mi primer beso, ¡Vaya, mi primer beso fue con el doctor Stan! ¡Con un hombre comprometido! Lo hiciste en grande, susurró mi subconsciente. Lo que hice fue humillarme más y pasar vergüenza.

Llegamos al hospital y tal como nos habíamos ido, tal cual volvimos a entrar. Cuando finalmente llegamos a mi habitación, me quité su sombrero y sus lentes, dejándolos tirados en la cama, y entré al baño directo a colocarme la insípida bata blanca. Menos mal que había dejado la bolsa adentro, así que allí metí la ropa y salí de ahí para dejar la ropa debajo de la cama. Me di cuenta que él seguía en el cuarto.

-Estás dolida.-Soltó, se había quitado los lentes.

-No quiero hablar de eso.-Me acosté en la cama de espaldas a él. No quería verlo, no quería pensar en él, solo quería que todo desapareciera y que me dejaran dormir.

-Elizabeth, escúchame. No quiero que te creas ilusiones, ambos sabemos mi situación. Entiendo que te s...

-¡VETE!-Grité. Él no me conocía, no sabía cómo me sentía, no sabía lo que pensaba. ¿Era tan difícil conseguir un momento de tranquilidad? Lo escuché suspirar.

-Buenas noches, señorita Collins.-La puerta se cerró y la luz se apagó, dejándome sola en la oscuridad con mis lágrimas.

~ ♥ ~

¿Por qué dejé que me besara? ¿Por qué dejé que se prolongara por tanto tiempo al punto de quedarnos sin aire? ¿Por qué le correspondí? Lo peor era que pensé en Amelie cuando Elizabeth me besó. Dios, soy un gran idiota. No, no lo eres. Un idiota no hubiese planeado una fuga como esa, de alguna forma mis propias palabras comenzaban a perjudicarme.

Y tenía que irla a ver mañana.

O tal vez no.

Sí, eso era lo mejor. Tengo que pensar en muchas cosas y claramente ella debía sentirse igual. Me monté en el Jeep y mientras encendía el carro para marcharme, llamé a John y coloqué el celular en altavoz.

-¿Puedes hacerme un favor? –Le pregunté en cuanto contestó.- Es sobre la señorita Collins.

-Dime.

-Verás, mañana no podré ir a verla porque un familiar de Amelie recién murió y tengo que estar allí con ella. ¿Podrías encargarte de Collins? No sé, que se distraiga.

-Ella no ha salido de esa habitación desde hace dos meses, cuando lo hizo casi deja inconsciente uno de los enfermeros y tuvo una crisis.-Sí, lo aprendí hoy, pensé.

-Dile que yo lo estoy mandando, ella sabe que tiene que obedecerme después de... bueno, ella entenderá.-Suspiró.

-Bien, lo intentaré. Mi más sentido pésame para Amelie.

-Gracias John.-Colgué.

Al llegar a casa, escuché el sonido de la ducha. Subí y dejé la maleta en el estudio, en donde hacía mis análisis e informes sobre los pacientes. Saqué el bloc de notas y chequeé las anotaciones pero tuve que dejarlo a un lado rápidamente: No quería saber nada, por ahora, de Elizabeth. Escuché unos pasos.

16: La vida de Elizabeth Collins y Jefferson StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora