Capítulo X

2.3K 117 11
                                    


Creo que la fuerza que usé para dejarle la mejilla roja no fue suficiente. Sí, le había cacheteado y me había ido rápido. ¿Cómo se atreve a utilizarme así? ¡Pensé que él y Amelie ya habían terminado y por eso flirteaba conmigo! Sabía que no podía confiar en él, sabía que él no podía ser diferente.

-¡Elizabeth!-Ya estaba corriendo cuando lo escuché. Me metí rápido en un callejón y le perdí de vista... creo.

Me encontraba llorando estúpidamente. ¿De verdad me había ilusionado con él? Increíblemente sí lo había hecho. Jefferson se había ganado mi confianza y miren lo que hizo. ¿Quién demonios se creía él para decirme eso, para mirarme así? ¡Menos mal que me besó porque a lo mejor hubiera seguido diciendo tonterías! ¿Tonterías? Tú crees que él no habla en serio, ¿verdad?, preguntó mi subconsciente. ¿Cómo quieres que le crea cuando está con alguien más?, le respondí. Eso es, tienes celos. Comenzó hablar sobre millones de razones del porque estoy sintiendo "celos", así que dejé de escucharlo. ¿Esto está realmente pasándome a mí? ¿He perdido todas mis formas de defenderme? Desafortunadamente, las respuestas eran odiosamente positivas... me he vuelto débil. Y todo porque me enamoré de este "encantador" doctor.

Me sorprendí a mí misma con aquel término: Solo lo usaba con actores y bandas que me gustaban, ni siquiera con mí ex me había sentido así...enamorada. Y el problema era que realmente me gustaba como Jefferson me trataba, como se preocupaba por mí, como realmente le importaba, cuando se ponía juguetón (ya saben, su sonrisa para todo por así decirlo) me parecía tierno. Mi lado que había caído en su hechizo me había dominado el cuerpo por completo en ese momento y la razón no existía.

Salí del callejón y comencé a caminar sin mirar atrás. Noté que esta parte de la ciudad nunca la llegué a conocer realmente, así que estaba perdida. ¿Debería importarme? No. Ya soy libre... ¡Ya soy libre!

Entonces, ¿por qué no me siento así?

-¿Elizabeth? ¿Eres tú?-Me volteé al escuchar aquella voz que tenía tiempo sin saber nada de ella.

-¿Jerry?-Me abrazó.

-¿Cómo estás? ¡Vaya, te queda bien el rosa!

-Ahora no Jerry, realmente no me encuentro de humor como para hablar con alguien.-Siempre fui honesta con él, incluso después de haber roto éramos amigos y siempre le contaba cómo me sentía.

-¿Todo bien?

-Jerry...

-Si quieres te llevo a tu casa.

-Solo llévame al muelle de Santa Mónica, ¿Sí?-Y sin decir más nada, nos fuimos en su convertible.

Jerry había cambiado en lo físico pero seguía siendo el mismo idiota de siempre: Sus chistes seguían siendo malos, sus actos de mimo no habían cambiado, aún era un skater y seguía tocando la batería. Hacía más ejercicio y me contó que ya no usaba lentes, que su problema de miopía ya había mejorado, su pelo estaba un poco más largo y se veía un poco ridículo. ¿Cómo fue que él me gustó?

-¡Oye! –Exclamó cuando le quité su gorra. Amaba hacerle eso a todas mis amistades cuando los veía con algo en la cabeza, era inevitable.- Nunca te cansas, ¿verdad?-Ambos reímos.

-Tenía tiempo sin hacerle eso a alguien.-Miré a través del retrovisor acomodándome mejor su gorra.

-Tu cumple fue en estos días, ¿verdad? –Me miró y asentí.- Pues, feliz cumpleaños atrasado. –Le metí un pequeño golpe en el hombro y volvió a enfocarse en el camino. Sonreí.- ¿Qué? Es mejor tarde que nunca.

16: La vida de Elizabeth Collins y Jefferson StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora