Kapitel sieben

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Había llegado, luego de tanta espera. El cómodo calor alrededor de sus cuerpos lo demostraba. Las hermosas flores lo distinguían. Los frutos llenaban los corazones de felicidad. La primavera había llegado.

Los agricultores estaban sobrecargados, como nunca, de trabajo. Llenaban canastas de alimentos, con la paz en el alma al saber que esta vez iba a alcanzar para todos.

Los pueblerinos se abrazan en los campos de cultivo, en los establos, debajo de los árboles y dentro de sus casas. Derraman lágrimas de un alivio contenido, de una sensación pacífica que no tranquilizaba sus cuerpos hace años.

Los padres que preparaban la comida para sus hijos ya no tendrían que hacer inventos de desperdicios y agua. Ya no habría más excusas cada día, ya no habría resentimiento y pena por el rey de Gmunden.

SoHye estaba impactada. Sus ojos abiertos denotaban la sorpresa en su interior. Su boca ligeramente entreabierta demostraba lo anonadada que se encontraba. Incluso, un escalofrío recorrió su cuerpo por completo. Ella no lo recordaba y su imaginación no había alcanzado para hacerse una imagen adecuada sobre el sol.

Brillante, tan blanco que dolía, cálido, majestuoso y reinante en los cielos. Sus rayos lograban traspasarla, haciéndola sentir en casa, protegida. No supo por qué, pero en algún momento también lloró. Lloró por Gmunden, por los aldeanos, por los soldados, por su familia y por su hermano. Sin la delicadeza de una princesa, secó su nariz con la manga de su vestido, al igual que sus lágrimas.

— No debes mirarlo tanto tiempo de frente. — mencionó su hermano mayor, acariciando su cabeza tranquilamente.

— ¡Por fin, SeokJin! ¡Te dije que sería pronto! — la muchacha se lanzó a sus brazos, siendo bien recibida por el rey.

¿Tanto así podía influir YoonGi en él? Una parte de él, la más racional, sentía algo de miedo al lanzarse a los brazos del guardia de esa manera. Su lado emocional, en cambio, quería correr hacia él y atraparlo.

Debía ser cuidadoso, debía tener precauciones. Entregar su corazón a alguien no podía ser una decisión que tome por sí mismo. El pueblo siempre debía estar como una prioridad.

El consejo mandó a llamar a SeokJin. Lo felicitaron, lo animaron, le mencionaron que siguiera a su corazón y, finalmente, propusieron la idea de realizar el Frühlingsfest, el festival de la primavera que se solía hacer.

Era una tradición que se trataba de celebrar la llegada de la primavera. Evidentemente, luego de la muerte de los padres de SeokJin, esa tradición quedó en el pasado.

Pero ahora era justo y necesario. El pueblo necesitaba seguridad, celebración, felicidad. SeokJin estaba dispuesto a darles eso y más. A ellos, a sus soldados, a sus hermanas y a YoonGi.

El rey se dedicó a buscar a su hermana SooYoung, para hacerle saber que tendría otro evento del qué preocuparse. Sabría que estaría aún más feliz que en el cumpleaños de SoHye, porque ahora tendrían un banquete de aquellos.

— Claro que me haré cargo de eso. Cuenta conmigo, SeokJin. —le sonrió la muchacha. Su pequeño hijo de cinco años se divertía jugando con los pantalones del rey, tirando y tirando de ellos sin lograr moverlos ni una pulgada. — Será para todo el pueblo, ¿no? Pero las invitaciones serán para las grandes familias, como en el cumpleaños de SoHye.

— No. —respondió SeokJin, levantando al pequeño niño entre sus brazos. — Para todos. Las invitaciones serán para todos. No quiero que haya ni una sola familia sin una invitación en sus manos. —determinó.

Hallstatt - YoonJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora