Cada paso que daba sobre la tierra mojada, sobre el barro acumulado, pesaba más. Sus botas estaban tan manchadas como su corazón. El viento le golpeaba con furia, la lluvia lo recorría con un anhelo de hacerlo desaparecer, los truenos y relámpagos parecían querer asustarlo, y lo lograban.
Entonces comprendió, mínimamente, ese vacío al cual SeokJin se había referido en alguna de sus conversaciones. Esa sensación de agonía en el pecho, de intranquilidad sobre algo que estaba fuera de su control.
YoonGi mantenía la cabeza gacha mientras sus cabellos húmedos se pegaban a su frente. Las ganas de huir corriendo se hicieron fuertes.
La espalda de Jackson iba frente a él, erguido, como un muro. No había dicho ninguna palabra desde que habían salido del palacio de Gmunden. YoonGi no podía siquiera imaginar qué podría estar pensando su rey, su verdadero rey.
— Mi rey. — le llamó YoonGi.
Todos se detuvieron con solo escuchar su voz.
— No, YoonGi.
— Aún no he dicho nada.
— No volverás a Gmunden. — sentenció el hombre, con voz firme y decidida.
— ¡Lo merece, mi rey! Usted sabe bien que no seré de mucha ayuda de ahora en adelante. Ya hice todo lo que me fue pedido, permítame acabar como deseo. — suplicó. Fue entonces que Jackson se giró.
— Si quieres dejar que SeokJin te asesine, será en una guerra. — le observó con ojos fieros. Al momento siguiente lo esposó a él, dándole a entender que no habría más discusión al respecto. — Le prometí a tus padres que te verían si dejaban que te envíe a esta misión. Una vez hecho eso, una vez que tu madre te vea otra vez, puedes dejarte morir en los brazos de SeokJin. No me interesa. Y de todas formas, mi idea nunca fue que te enamoraras del rey de Gmunden.
Es verdad. Sus padres. Las personas que lo habían traído a la vida pero de los que no recordaba siquiera el rostro. Lo único que tenía claro era que lo habían vendido al rey de Längenfeld debido a la pobreza en la que vivían. Para no levantar sospechas, YoonGi tuvo que irse a Gmunden a los catorce años. Rogó, luchó y suplicó por piedad, porque no lo arrancaran de los brazos de su madre, pero fue en vano. Le obligaron a irse. Increíble, habían ascendido gracias a él y, ahora, se atrevían a exigir verlo. Él sólo deseaba ser atravesado por la lanza de hielo de SeokJin. Eso o morir congelado, pero en sus manos.
En tanto, en el castillo real de Gmunden, SeokJin seguía paralizado de rodillas sobre el suelo. De su boca no salía palabra alguna, pero de sus ojos corrían las lágrimas con fiereza. La traición era una daga que se había instalado en su pecho y que se movía lentamente dentro de él, haciéndole sangrar de dolor.
— Mi alteza... — le llamó TaeMin, uno de los miembros del consejo del rey.
— ¡Al calabozo! ¡Ahora! ¡Quiero a todo el consejo del rey en el calabozo! — gritó haciendo rugir al cielo. SeokJin estaba cegado.
La guardia real y otros soldados se acercaron al consejo de inmediato. Los tomaron con esposas y grilletes en los pies, para conducirlos hacia los calabozos del castillo. Ninguno intentó resistirse, pero la mayoría intentó explicar que no había otra opción, que lo habían hecho por el bien del reino. Solo Heechul guardó silencio, mientras era arrastrado hacia lo más profundo del palacio.
En los pasillos del castillo de Gmunden, una muchacha corría acelerada, buscando puerta por puerta. Las lágrimas en sus mejillas bañaban su rostro, mientras los sollozos interrumpían su irregular respiración.
— ¡TaeHyung! — gritó en medio de un suspiro ahogado. — ¡TaeHyung! — volvió a gritar mientras corría por los largos pasillos.
Llegó hasta el final, hasta la última puerta, pero la abrió y dentro de la habitación no había nadie, solo polvo y libros. Golpeó la madera con sus puños y cayó sentada en el suelo.
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Hallstatt - YoonJin
FanficSeokJin es el príncipe del reino de Gmunden o, también conocido como, el reino del norte. Dentro de este reino hay poderes, magia y criaturas fantásticas, pero eso no es lo que lo diferencia del reino de Längenfeld o reino del sur, sino un extraño s...