Kapitel zwölf

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El ejército de Gmunden recién vislumbraba la frontera del río Ágor cuando notaron a los primeros soldados de Längenfeld. A diferencia de Gmunden, el color de Längenfeld no era el rojo sino el azul. Las primeras líneas llevaban sus capas aún puestas sobre sus hombros. SeokJin detestó el color. Azul, el color que escapaba de los cielos de su reino.

Nadie estaba sorprendido. En el ejército de Gmunden habían asumido que la guerra se daría en tierras Gmundianas, por tanto, el ejército no se detuvo. El rey no había dado ninguna señal que les haga detener sus pasos. Siguieron firmes, vocalizando el apoyo hacia su precioso Gmunden.

SeokJin cubrió su cabeza con un casco dorado. Alzó la mano, enviando una señal para que su ejército se detenga. Sus ojos se dirigieron a los cielos, logró contactar con DongHae y sin mediar palabra le indicó con la mirada que vaya a verificar al ejército de Längenfeld.

DongHae no tardó en estar de regreso. Se acercó al rey con la cabeza gacha, deteniendo el vuelo frente a él, quien se encontraba en la primera fila.

— Nos superan en número, mi rey. La diferencia no es demasiada, pero hay que tener cuidado si no queremos perder por ese tipo de trivialidades. — informó.

SeokJin simplemente asintió con la cabeza, observó a HyoSung quien le indicó con la mirada que había escuchado.

Sabía que algo faltaba. Algo que removiese el corazón de sus soldados. Como rey, SeokJin iba a ofrecer su corazón al pueblo de Gmunden.

— ¡A pesar de ser su rey, soy un hombre como ustedes! — gritó, para que su mensaje se escuche y sea traspasado de soldado en soldado. — ¡Mi deseo es pelear hombro con hombro junto a mi pueblo! — el rey giró la cabeza para poder observar a su ejército. — ¡Si tengo que caer muerto, que así sea! ¡La honra que sentiré por morir defendiendo a Gmunden no se compara en nada, así mi alma caiga en el Hades o en los Campos Elíseos! ¡No me arrepiento! — SeokJin se movió junto a su caballo, por las primeras filas de la formación. — ¡Frente a ustedes tienen a los traicioneros de Längenfeld! ¡Bañen el suelo de Gmunden con su sangre! ¡Reclamen a sus muertos, a sus heridos, a sus duelos! ¡Todo lo que Längenfeld nos ha quitado y más! — alzó la espada de metal. — ¡Esta noche nos vengaremos y tomaremos a Grüner See! ¡Que cada flecha disparada sea a la cabeza o al corazón! ¡Cada corte debe ser mortal! ¡Gmunden va a matar! ¡Adelante! — gritó y comenzó a galopar hacia el encuentro con el ejército de los traidores. Todo su pueblo le siguió.

╰დ╮╭დ╯

Jackson no lo comprendía. Antes de lograr llegar al río Ágor, se oían los truenos y se veían los relámpagos en los cielos de Gmunden. Estaba seguro de que una tormenta de aquellas los recibiría, que el ejército de Gmunden ni siquiera los estaría esperando, porque estarían muriendo aún sin su intervención.

Pero SeokJin estaba allí. ¡Y todo su ejército estaba junto con él! Miró a su costado, hacia YoonGi, quien parecía igual o más impresionado que él. Parecía como si nada le hubiese afectado, como si la visión del rey roto de hace unos días atrás hubiese sido un sueño o un teatro.

— YoonGi, ¿qué se supone que esto significa? — preguntó, esperando alguna respuesta del soldado.

— ¿Qué respuesta desea, su majestad? Lo único que SeokJin parece sentir es... rabia e ira. — y es que algo dentro del soldado se apretó.

No deseaba ver a Gmunden en los suelos. Su corazón se sentía aliviado de ver a las personas con las que había compartido durante años de pie, firmes al lado de su rey, al lado de SeokJin, a quien había manchado para siempre. Realmente se sentía aliviado, pero una parte de su corazón dolía, dolía como el Hades. ¿Qué había sucedido en esos días? ¿SeokJin había sido cegado por la furia? No había rastro en él de tristeza alguna. Solo parecía una persona llena de ira por una traición. En definitiva, no parecía una persona a la cual le rompieron el corazón.

Hallstatt - YoonJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora