2. Sin Miedo Nada

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¿Cuántas veces te has mirado en el espejo sólo para descubrir que el tiempo es implacable con tus sueños y la realidad pesa más que el ayer?


Que me digas que ahora el amor sabe mal

Que me digas que el sol dejará de alumbrar

Es querer renunciar, a los sueños de ayer...

Es mirar la montaña y decir: no podré

Superar esta prueba que puede matar

Cuando estás justo ahí de poderla alcanzar,

Yo sí creo que mal, nos podría caer,

OLVIDARNOS QUE AÚN ESTE AMOR PUEDE SER...

"Mentira", Gilberto Santarrosa.



Dos meses habían transcurrido desde la boda de su primo, los jóvenes señores Cornwell se encontraban de viaje por el Caribe, lugar un poco extraño para una luna de miel.

Candy los había despedido en el puerto, lucían tan enamorados y ella los envidió un poco, sabía que los extrañaría. Albert, la abuela Elroy y George viajarían a la mansión de Nueva York la semana entrante para alcanzarla, en el fondo le alegraba tener la distracción del trabajo en lugar de esas vanas diversiones en las que afanosamente se involucraba Eliza: juegos de bridge y canasta, tomar el té en casas de familias de sociedad, visitas a modistas caros y faltos de gusto, juegos de caza, bailes y eventos teatrales... teatro, palabra mágica en su cerebro.

– La última vez que ví una obra Eleanor Baker era la actriz principal, era "Noche de Epifanía"... ¡me recordó tanto a Terry!... en verdad son muy parecidos... los mismos ojos, la misma boca, las maneras de andar y sonreír... el mismo fuego en el escenario.

Probablemente la gente alrededor de la chica pensaría que esta estaba loca, pues iba hablando sola mientras degustaba un croissant camino al hospital, una costumbre que se le había arraigado en poco tiempo y la cual llevaba a cabo en su recorrido hacia el trabajo, que hacía con el fin de evitar hacer uso del elegante carruaje de los Andley.

– ¡Buenos días Candy!

– ¡Buenos días, Doctor Johnson!

– ¡Hola Candy!

– ¡Hola Mary!

– Te solicitan en el pabellón de niños Candy...

– ¡Gracias Eve! ¡Ahora voy!... ¡vaya! ¿Y desde cuándo me trasladaron al pabellón de niños?

Candy dejó su abrigo sobre el perchero de madera en el pabellón de enfermeras, con destreza recogió su cabello en un chongo que le daba madurez y seriedad pero no restaba su candidez, se ciñó fuertemente el delantal y tomó una bandeja con medicamentos y gasas para atender a sus nuevos pacientes.

El pabellón de niños era amplio, las camas alineadas unas frente a otras daban cabida a unos 30 infantes, muchos de ellos debían permanecer inmóviles y otros tantos sufrían accesos de tristeza y lloraban horas enteras pidiendo a sus madres.

Frente a cada cama había una tabla de anotaciones, con un número acompañado del nombre y la inicial del apellido de cada chico.

– Vamos a ver... Chris... toma tu pastilla cariño.

– No quiero –dijo la chiquilla manoteando sin cesar

– Si la tomas te prometo que antes de que termine mi turno les contaré un cuento a todos!

Sin Miedo a NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora