8. Sin Miedo a Nada

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Nadie tiene el destino trazado,

Todo en esta vida es vulnerable,

Todo tiene un por qué...

Sin amor, la nada y el vacío son lo mismo,

La cuestión es...

¿Te atreverás a vivir... Sin miedo a nada?


Y ahora es que me doy cuenta

Que sin ti no soy nada

He perdido las fuerzas

He perdido las ganas.

Vuelve, que sin ti la vida se me va

Vuelve, que me falta el aire si tú no estás

Vuelve, nadie ocupará tu lugar

Sobra tanto espacio si no estás

No paso un minuto sin pensar

Sin ti la vida lentamente se me va.

VUELVE, Ricky Martin.


Todo comenzó hace seis años, cuando Stear y yo éramos un par de niños. Candy había huido del Colegio siguiendo a Terry, todos sabíamos que Eliza había sido la culpable de ese funesto suceso. Londres se volvió peligroso con el anuncio de la guerra y Europa ya era inestable, así que los alumnos americanos del San Pablo y algunos otros, fuimos enviados de nuevo a casa.

Yo sabía que Stear tenía un cariño inmenso por Candy, a diferencia de Annie con Archie, estaba consciente del amor que él le profesaba, pero también sabía que en el fondo de su alma había un lugar para mí, más allá de la admiración que generaba ella.

Poco a poco fui ganándome su corazón de muchas otras maneras, su inteligencia, su porte, su ternura eran todo lo que cualquiera que se hubiese detenido a conocerlo hubiera amado.

Un día, supe que mis esfuerzos por ocupar un lugar propio en su vida habían valido la pena... Stear me pidió matrimonio. Era el sueño de cualquier chica, casarse con un buen mozo como él, proveniente de una familia tan adinerada como los Andley. Inmediatamente pensé en todo lo que una niña de esa edad hubiera anhelado, un vestido blanco, flores en la iglesia, el banquete, el baile... todo eso se esfumó cuando Stear dijo que quería mantenerlo en secreto.

Al principio creí que era una broma, después supe que hablaba en serio, no entendí en ese momento esa absurda decisión, pero no me opuse a ella, así que fijamos la fecha. Gracias a la ayuda de mi confesor, pudimos casarnos sin el consentimiento de mis padres ni de sus tutores, aunque sólo fue por la Iglesia.

Candy se había marchado a Nueva York para encontrarse con Terry en esas fechas, era la única persona a quien pensábamos decirle, pero la vimos tan contenta y esperanzada que decidimos no perturbarla.

Cuando por fin fuimos marido y mujer, lo primero que hicimos fue visitar a la Abuela Martha, por esos días estaba de paso en la Ciudad. ¡Se emocionó tanto con la noticia!, hasta se las ingenió para ayudarnos a pasar esa y otras noches más juntos, fue nuestra Celestina personal.

Un día, el cuento terminó y entendí el por qué del secreto de nuestra unión. La carta que Stear dejó me destrozó completamente. Nunca entendí por qué si éramos felices él había decidido pelear en el frente francés, quizás de haberle podido confesar la verdad no se hubiera ido, pero no me dio tiempo de decirle que estaba encinta.

Sólo la Abuela y yo compartimos ese secreto, con la esperanza de que un milagro ocurriera y Stear desistiera del frente para volver a mi lado.

Los meses pasaron y la angustia no me dejaba dormir, el embarazo comenzaba a notarse y las fajas ya no me ayudaban mucho a ocultarlo. Todos los días rezaba en la Iglesia porque Stear siguiera con vida, por que regresara pronto para conocer a su hijo, porque pudiera volver a ver su sonrisa una vez más... aún hoy, después de todo, sigo haciéndolo.

Sin Miedo a NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora