Quien te enseñó a creer en el destino no te enseñó a creer en ti mismo,
Quien te enseñó a aceptar las dádivas de la vida, no te enseñó a exigirle lo que mereces,
Quien te dijo que el amor sólo llega una vez,
No te enseñó que por el amor se lucha, Sin miedo a nada.
Me muero por suplicarte, que no te vayas mi vida
Me muero por escucharte, decir las cosas que nunca dirás
Más me callo y te marchas, mantengo la esperanza
De ser capaz algún día de no esconder las heridas
Que me duelen al pensar
Que te voy queriendo cada día un poco más
¿Cuánto tiempo vamos a esperar?
Me muero por abrazarte y que me abraces tan fuerte
Me muero por divertirme y que me beses cuando despierte
Acomodado en tu pecho, hasta que el sol aparezca.
Alex Ubago, SIN MIEDO A NADA.
Los sábados regularmente estaban destinados a surtir la despensa de la semana. Los pequeños puestos de frutas, carnes y pescados de toldo rojo proliferaban en las Avenidas Neoyorkinas con la misma rapidez que en Francia. Por lo común, Candy caminaba la misma Avenida para adquirir naranjas redondas y jugosas, uvas de temporada, fresas rojas y dulces, limones verdes y lechuguines frescos, olorosas hierbas y pimienta recién molida.
El huevo fresco descansaba sobre una cama de hierbas, el tocino seco colgaba del toldo junto al pescado salado y la carne ahumada, justo al lado de las carpas frescas de ojos saltones. Todo ese amalgama de olores, colores y sabores hacía que Candy se sintiera como en un día de fiesta.
¿Qué diría la Abuela si me viera pagando mis víveres?... seguramente me retaría como aquella ocasión en que junto con Anthony intentábamos gastar el dinero del becerro que nos compró el padre de Tom... Comimos salchichas calientes hasta estar satisfechos, recuerdo haberle dicho que parecía que no sólo los pobres no podían gastar dinero... ¡Qué tan cerca estábamos de la muerte e intentamos alejarla de nosotros en el lugar más alto que encontramos! "para perder la tristeza" dijo mi querido Anthony... sentimos el viento desde lo alto del Campanario y lo abracé preguntándole si era algo malo... ese día visitamos a aquella mujer, ¡qué irónico! Me dijo que de ahí en adelante sería feliz... ¡éramos un par de niños!... menos mal que la Tía Abuela cree que le pago a alguien por hacer esto! – se dijo con un leve mohín.
Aquél sábado, Candy no realizó sus acostumbradas compras, en su lugar prefirió dar un paseo por el parque. Deseaba olvidar por un rato el hecho de que cada año que pasaba los recuerdos se hacían más duros de sobrellevar... el recuerdo de Anthony estaba presente en su corazón, y desde el fondo de su alma deseó volver a subirse en una calesita y dar vueltas hasta que los recuerdos salieran de su mente uno por uno.
"Cada uno guardará una moneda como recuerdo de este día" aún podía ver la sonriente cara de Anthony mientras se cubrían los oídos para no escuchar las campanadas en aquella Iglesia... las veredas empedradas, el olor del pasto y el canto de los pájaros, los rayos del sol filtrándose a través de las hojas, transformándose en pequeños arcoiris, todo eso le daba a su día la calidez que tan afanosamente estaba buscando.
¡Una calesita! ¡Qué bien!
Casi sin pensarlo extendió una moneda al hombre que manejaba el juego. Como una niña pequeña se acomodó en un cisne blanco, igual al que Stear fabricara una vez para ella.
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Sin Miedo a Nada
FanfictionSusana ya no está. Terry y Candy se reencuentran, pero la vida le tiene una gran sorpresa a la rubia pecosa: Terry tiene un hijo y no es de la actriz. ¿Con quién rehizo su vida Terry? ¿Quién le robó su corazón? Un pequeño secreto, una verdad a media...