12. Sin Miedo a Nada

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Una mentira destruye vidas,

Una esperanza las alienta.

Atrévete a seguir... sin miedo a nada.


Come vorrei come vorrei amore mio

Come vorrei che tu mi amassi a modo mio

Che questa sera troppo triste, Troppo uguale

Non fosse piú, senza di te.

Come vorrei, Richi e poveri.


Eliza contemplaba extasiada la finísima joya engarzada en oro que tenía ante sí, sus ojos brillaban a la par del zafiro que colocaba en su anular izquierdo. Acto seguido aspiró el aroma que desprendía la tarjeta lacrada que acompañaba el fastuoso regalo.

"Estimada Señorita Leegan:

¿O debiera llamarte Eliza? Espero que disculpe mi atrevimiento y excuse mi falta de distinción al enviarle esta muestra de mi sincera admiración.

Durante largo tiempo he demostrado indiferencia ante su afecto, sin comprender su entrañable cariño hacia mi persona, albergo la esperanza de aún ser merecedor de una de sus inolvidables sonrisas, y ansío con toda mi alma, acepte una invitación a cenar esta noche, en mi mansión.

Las horas se me harán interminables ansiando su respuesta.

Terrence Graham, Duque de Granchester."

!Mary ! !Mary !... ¿dónde se habrá metido esa estúpida? ¡Mary!!

¡Eliza!... no es correcto que vociferes de esa forma...

¡mamita!... tengo que lucir hermosa esta noche... ¡por fin veré realizado mi sueño de humillar a esa odiosa huérfana!

¿De qué hablas Eliza? ¡Explícate!

Terry me ha invitado a cenar... ¿ves esta joya? ¡Pues ese es solo el principio de lo que tendré cuando me case con él!

Eliza, no quiero desilusionarte... pero ¿no te parece extraño el cambio tan repentino del Duque?... y tomando en cuenta que tiene un hijo ilegítimo, eso no sería bien visto en nuestro círculo social y...

Eso ya lo he pensado mamita... ten por seguro que no daré un solo paso en falso. ¡Vamos! ¡Ayúdame a arreglarme!

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Eliza bajó por las escalinatas de la Mansión radiante, su fino vestido de seda cruda tenía un vaporoso ruedo que afinaba su cintura, las mangas apenas cubrían sus hombros y el pronunciado escote lucia un hermoso engarce de perlas y rubíes que hacían juego con sus ojos. El olor a jazmines que desprendía se mezclaba con el fresco de la noche, su larga cabellera roja se rizaba tras su nuca y le daba a sus facciones un cierto toque de elegancia.

¡ya va hermanita! ¡hace mucho que no te veía tan elegante! ¿quién es el pobre imbécil en turno?

Terry Grandchester – espetó la pelirroja sin voltear a mirarlo

Siempre sospeché que Grandchester era un imbécil, pero ahora lo compruebo...

Velo desde otra perspectiva – dijo entre risillas y mirándolo de reojo – la huérfana es toda tuya.

Acto seguido, la chica cubrió su cabeza con un fino velo y abordó el automóvil que la esperaba, mientras su hermano observaba con sorna sus movimientos.

Disfrútalo mientras puedas... hermanita – musitó.

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Sin Miedo a NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora