5. Sin Miedo a Nada

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¿Cuántas veces viste desvanecerse un sueño ante tus ojos?

¿Cuántas veces estuviste a punto de tocar la realidad con tus dedos?

¿Cuánto más esperarás para volver a vivir... sin miedo a nada?


Desde que llegaste, nada está podrido

Se marchó la duda, me abrazó un suspiro.

Desde que llegaste, no hay mejor motivo,

Para despertarme, pa' sentirme vivo.

Desde que llegaste. Reily Barba.


Las calles de Nueva York siempre estaban llenas de transeúntes que iban y venían con rapidez, en medio de vendedores ambulantes y estanquillos de los negocios como las tabaquerías y los expendedores de diarios y libros.

Por las avenidas aún podían verse los elegantes carruajes de las familias adineradas confundidos con las carretas de los pobres, y los automóviles, que apenas comenzaban a hacerse familiares a la vista.

Los vendedores de flores ofrecían sus ramilletes de rosas blancas y rojas, violetas y nomeolvides a los paseantes, la cálida brisa del verano hacía volar las hojas secas en pequeños remolinos de luz traslúcida, la música de los violinistas callejeros atraía cuatro o cinco curiosos a los alrededores, el olor del pan horneado cubría las aceras.

¡Apúrate Neal!... ¡últimamente te has vuelto tan atolondrado!

¡Ya va Eliza!... ¿acaso crees que tus paquetes no pesan?

¡Excusas!... antes te encantaba acompañarme de compras y conocer a mis amigas!!!

Antes no sabía distinguir entre belleza y vanidad hermanita.

¿de qué estás hablando?

¿Sabes Eliza?... creo que no lo entenderías...

La pelirroja hizo un mohín de desaprobación, el cual desapareció instantáneamente al fijar su vista en el afiche de un aparador contiguo a la tienda de botines en que pensaba entrar.

¡Vaya vaya!... ¡pero qué agradable sorpresa!... la gala de teatro a la que estamos invitados está precedida por la compañía Strattford.

¿Qué?

Y adivina quién estará ahí... vamos hermanito!... tengo que lucir hermosa esta noche!

Eliza entró en la tienda sin darle tiempo a Neal de responder. En el afiche, las figuras de Karen Claise y Terrence Grandchester anunciaban la gala a beneficio de los huérfanos de la guerra. En letras doradas se leía el nombre de la obra y sus protagonistas: "Fausto" de Goethe.

Un chirrido de ruedas lo distrajo momentáneamente, ante sus ojos una figura conocida se desvanecía, quizás por el impacto, quizás por la sorpresa. Los paquetes que sostenía en las manos cayeron estrepitosamente al suelo, pero Neal sólo pudo escucharse a sí mismo gritar desesperadamente.

¡Candy!

La chica estaba tendida en el suelo sin heridas visibles, el cochero ya se encontraba a su lado tratando de reanimarla.

Venía corriendo sin fijarse, creí que alcanzaría a detener el coche....

Creo que está reaccionando – dijo bajito Neal – será mejor que la lleve a casa.

¿la conoce?

Es mi prima... ¿por qué estaría corriendo de esa manera?... no se preocupe, yo me encargaré de ella.

Sin Miedo a NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora