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Carla
Dos años antes.
Mi mente al parecer no estaba tomado conciencia de cómo me estaba comportado con Lauren. De lo distante que a veces me ponía con ella, o lo cariñosa que era a veces, y de lo absurda que llegaba hacer.
Era sábado por la tarde cuando me invito a comer, y también ayudaría a estudiar para una prueba de Anatomía. Una vez más frente a su departamento los nervios volvieron a atacar mi cuerpo. Pero fue inevitable sonreír como idiota al ver a Lauren frente a mí, apoyándose a la puerta mientras correspondía mi sonrisa.
Dios mío. Lauren era la viva imagen del pecado.
—Hola. —Salude. Lauren negó acercándose a mí, rodeando mis hombros en lo que fue otro inesperado abrazo.
—Hola. Ven, pasa. —Me tomó de la mano y su tacto una vez más altero todos mis sentidos. Iba a sufrí un ataque cardíaco. —¿Quieres algo de beber?
—Agua, está bien. —Sonreí al ver que negaba no muy convencida de lo que pedía.
Mientras caminaba hacia la cocina, no puede admirar su cuerpo moverse.
—¿Cómo estás, Carlita? —Me estremecí ante la mención tan adorable.
—¿Carlita? —Cuestioné.
—¿No te gusta? Está bien si no te gusta no lo volveré a mencionar —Negué de inmediato sonriendo con fascinación.
—Me encanta. Nadie única me había puesto un apodo.
Y suspiré para calmar mis nervios. Mis nerviosa aumentaron al ver que se acercaba y estudiaba cada centímetros de mi rostro. Por Dios. El rubor de en mis mejilla la hizo sonreír, y me tendió el vaso, el cual tomé. Mi corazón palpitar tan fuerza lleno de vergüenza y pena. Mi mano no dejaba de temblar. Necesitaba tranquilizarme o haría un gran desastre con el agua.
Lauren miro su celular y luego su figura se perdió por el pasillo donde un año atrás había salido. Todavía lo recordaba al igual que los golpes en mi cuerpo.
Suspiro.
—Carla, tengo que salir a resolver algo importante, ¿podrías espérame? —Al girar mi cabeza, Lauren revisaba su teléfono una vez más. Se sabía cambiado de ropa a algo más formal. —Hey... —No había respondido por estar viendo su ajustado vestido negro. dios mío. —¿Qué pasa? —Tragué saliva antes de negar rápidamente.
—Nada... yo... puedo volver luego. Lo siento. —Balbuceé.
Pero antes de llegar a la puerta Lauren sujetó ambas manos.
—¿Por qué? —Frunció el ceño, su rostro a escasos centímetros del mío. —Digo... puedes esperar. Será rápido.
—No creo que sea buena idea Lauren....
—¿Vas robarte algo? —Me interrumpió alzando una ceja.
—¿Qué? No... yo solo decía. Dios mío.
Su risa había hecho eco entre las paredes grises.
—Por favor, yo no quiero que te vayas. —Rogó. —Tengo que salir. Se trata de mi hermano, pero volveré pronto. —Sonreí, cerrando los ojos al escuchar palabras.
—No tiene que darme explicación. —Arrugó su nariz.
Madre mía. Estaba apunto de morirme.