∽◇∽
Carla
De niña, siempre odie su sonrisa, es un trauma para mí. Su sonrisa de psicópata al mostrar sus dientes amarillentos y sus arrugas en los bordes cada vez que me golpeaba. Pero ahora no sé qué es peor; si las arruga en su piel demacrada por los años, o la comisuras de su labio. Suspiro sintiendo el aire atascado en mi garganta. Su cabello corto ahora tiene canas, las arrugas se pronuncian más, pero esa sonrisa, esa sonrisa sigo odiándola como la primera vez.
Dicen que llega un momento en la vida donde tienes que enfrentar tus miedos... no estoy segura de eso, lo único que quiero realmente es no verlo, pero heme aquí, frente a él.
—Cuánto tiempo, ¿eh?
Trago saliva, y mis puños se cierran con fuerza. Tiemblan y se tornan blanco mis nudillos.
—¿Qué hace aquí? —Se separa de la puerta, y da un paso al frente. No lo resisto, no consigo tranquilizarme. Quiero alejarme, pero el piano no me lo permite. Él al darse cuenta de mi desesperación, se ríe, pero eso no detiene el odio que siente hacía mí.
—Sigue siendo el mismo sitio. —Se arregla el saco. —Lo has mantenido bien todos estos años.
—¡No tiene el derecho de estar aquí! —Grito lo bastante alterada para enfurecerlo aún más. —Le pido que se retire de mi casa.
Eleva una ceja mirándome fijamente.
—¿Tú casa? —Cuestiona. —Te puedo dejar en la calle ahora mismo, mal agradecida.
—No me amenace —Siento tanta amargura que mi pecho duele. —Ya no soy esa niña de la cual usted y su mujer se aprovecharon cada día.
Sonríe aún más.
Mis ojos queman por las lágrimas, trato de respirar con normalidad, y que los nervios no se apoderen de mi cuerpo, pero a esta altura ya no puedo controlarlo. Tantos recuerdos, tanto dolor y sufrimiento sólo de volverlo a ver.
—¿Y dejar a Sofía contigo? —Ríe. —Primero muerto.
—Sofía no se moverá de aquí. Se siente mucho mejor a como llego. —Suspiro fuertemente, y cierro los ojo por un momento. —No pienso dejarla con persona que creen que los problemas se resuelven a golpes.
—Tú no sabes nada, chiquilla insolente.
—Fuera de mi casa.
—Me llevaré a Sofía conmigo. —Dice entre dientes. —Ni tú, ni la policía podrá hacer algo.
Niego, niego con la cabeza y asustada le grito:
—¡No permitiré que esa niña sufra el mismo destino!
—Ya veremos, preciosa.
El hombre sale por la puerta y por un momento respiro, pero no contenta lo sigo.
—¿Qué le hemos hecho para que nos trate así?
El hombre se detiene al final de la escalera. Y se gira, no está contento, ni feliz. Está enojado, furioso, la mirada en sus ojos lo confirman. No le agrado, nunca lo hice, y sólo quiero saber por qué.
—Nunca quise hijos, pero tu madre de necia si los quería. —Se ríe por lo bajo. —Una noche mientras teníamos relaciones le prometí que se los daría, y así fue, unos meses después naciste tú. —Hace una pausa mirando los cuadros en las paredes, ya no hay fotos de ellos aquí solo de Lauren, sus padres y mías. —Vaya, ya veo que nos cambiaste muy rápido...
—Ese no es el punto ahora. —Gruño. —Sal de mi casa si no tienes nada más que decir.
—Eso era lo único que alguna vez me agrado de ti; el orgullo. Lo demás era simplemente adorno en un cuerpo tan frágil. —Se sienta en el sillón, cruzándose de brazos. —Cuando creciste pensé que me harías cambiar de parecer con respecto a tener hijos, pero no, no siento agrado hacia ti, y tampoco tengo ese amor de padre. Lo único que quería era que crecieras rápido, para que te largaras de casa. —Suspira, y sus ojos no dejan de mirarme fijamente causándome escalofrío. —Ya no te soportaba más, arruinabas todos mis planes, mi trabajo, mi carrera y dedicación, todo por correrle gustos a tu madre.
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