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Lauren
—Cariño. —Carla sale del baño con el cabello enmarañado, parece haber peleado con tigres y leonés después de haberse duchado. Esta lista para acostarse a dormir con su camisón que le cubre más allá de las rodillas.
—¿Sí?
—Estaba pensando... —Empieza a decir, sentándose en la cama para intentar cepillar su cabello después de la ducha. —¿Crees que algo le ocurra a Jane?
Mi ceño se frunce.
—¿Por qué lo dices?
—¿No la has notado un poco rara estos días? —Carla peina su cabello de un lado. —Nerviosa, y contenta... bueno aunque hablando de ella siempre esta contenta.
Río, y cierro el libro para ponerle más atención.
—¿Qué me estás queriendo decir?
—¿Está saliendo con alguien?
—Es tu amiga, yo no lo sé, Carla.
—Pero apenas si me habla.
—Bueno... —Me acerco y beso su hombro húmedo por las gotas de agua que caen de su cabello. —Puedes preguntarle mañana.
Carla sonríe y su lado lascivo empieza a enloquecerme. La tomo con cuidado de la cintura y sin mucho esfuerzo esta sobre mí besándome y explorando mi cuerpo con sus manos. No hay razón para desperdiciar el tiempo, el calor aumento en cada roce de sus dedos sobre mi piel. Estoy deseándola y ella esta deseándome también.
Quito su ropa y sus ligeros gemidos me hacen jadear. Su cuerpo ya no tiene marcas de aquellos días de dolor solo mis besos húmedos recorren su piel, y su escancia en mis labios me hacen tener un orgasmo lleno de placer, Carla por su parte cae rendida sobre mi cuerpo completamente agitada y acalorada.
—Tendré... que ducharme otra vez. —Asegura sonriendo con picardía.
—No hay problema, eso podemos solucionarlo. —Como puedo la tomo en brazos y la llevo al baño. Continuado lo que empezó en la cama, y lo exquisito que fue sentir el agua en nuestros cuerpos.
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El hospital realiza una fiesta de beneficencia cada año para que niños sin hogar o bajos recursos sean beneficiados con esos fondos. Este año Carla decidió dar una importante donación, siempre pensando en esa persona que no tuvo la oportunidad de tener una mejor vida, una mejor calidad en cuanto a salud, hogar y comida. Siempre le gustó ayudar, con ese carisma y ese encanto que hace que muchos niños sonrían solo con verla. Y su meta era esa. Transmitir su felicidad a pesar de las adversidades.
Sonrío al ver lo guapa que esta hoy, sus tacones blancos relucen entre las baldosas oscuras, su pantalón rosa pálido ajustado a su cintura resalta sus caderas, y esa camisa manga larga hace juego con sus zapatos. Es preciosa, su cabellos peinada a un lado...
—¿Lauren? —Parpadeo para salir de aquel trance en el que me tenía su belleza.
—¿Sí?
—¿Qué ocurre? —Miro sus labios sonriéndome, con ese tono tan claro y brillante que me dan ganas de besar.
—Nada.
Ella ríe, y se acerca a colocar el saco mejor sobre mis hombros desnudos por el vestido rojo.
—Estás preciosa. —Suspiro cuando sus labios me besan los labios.
—Tú lo estás más. —Aparta el cabello de mi cuello y besa mi piel. —Te amo, gracias por estar conmigo.
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