Huckleberry el cretino

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El sol se había ido a dormir, el reloj marcaba las ocho con treinta minutos y el cielo estaba molesto, había empezado a llover sin aviso alguno, aunque no era mucha sorpresa que esas cosas  pasaran en el loco clima de octubre. Esto no era una simple lluvia donde solo caía agua helada, no, esto era más que eso, había truenos, relámpagos, el viento soplaba con una fuerza increíble haciendo que las ramas de los árboles cayeran, no era un clima que enloqueciera a muchos, mucho menos a Maya. Cosas como los truenos, rayos y relámpagos la desconsetaban, es por esto que odiaba las tormentas, les daban mucho miedo.

Esta vez estaba sentada en la ventana de la habitación de su mejor amiga, Riley, con un cojin presionando a su pecho y lágrimas bajando por sus mejillas, sus ojos, nariz y mejillas estaba súper colorados debido a los llantos. Aunque es cierto que los rayos la asustaban, esa no era la razón principal por la que estaba llorando, ¡ha estado llorando por los últimos tres días! La razon por la que ella lloraba era más grande que un simple trueno o rayo, esto un incluía a una persona... Bueno, técnicamente incluía dos personas.

Un trueno se escuchó, Maya trató de calmarse con un cojín que pegaba frente a su pecho con fuerza, aunque ella no quería un cojín, quería los abrazos de Riley, pero ella había bajado hacía un rato a responder la puerta porque algún tonto se le había ocurrido salir de su casa e ir a tocar el timbre de Riley, ¿quien sale de su casa en medio de una lluvia como está? Entonces, solo era Maya y su cojín.

Su celular vibró a su lado un par de veces, pero Maya ni siquiera se molestó a ver quién era, ya sabía exactamente de quien se trataba. Cerró los ojos y dejó las lágrimas rodar. Realmente odiaba este clima, realmente odiaba lo que estaba pasando en su vida en ese instante, lo odiaba todo, ¡Todo! Ella solo quería volver a casa, pero no podía.

—Hey, Maya —llamó Riley. Maya abrió sus ojos y encontró a su amiga con una tímida sonrisa en su rostro.

—Hey, ¿Quien estaba en la puerta? —preguntó Maya, casi en un susurro. No es que a ella realmente le importara saber quién era, ella simplemente quería distraer su mente.

—Un sujeto promocionando cable —contestó. Maya no cuestionó el por qué alguien querría salir a promocionar cable, cuando el clima está como está— ¿Te gustaría beber algo de chocolate caliente?

Hace tres días que Maya llegó llorando a la puerta de Riley y desde ese entonces, no había hecho nada más que cuidar a su amiga. Riley preguntaba por las pequeñas cosas, haciendo pequeños y amables gestos para que Maya se sintiera mejor. Esta, sin duda alguna, no era la primera vez que Maya aparecía llorando en su puerta, pero sí era la primera vez que aparecía llorando bajo las circunstancias en la que estaba.

—Me gustarí-ría —respondió, su voz rompiendose al final. Antes de salir de la habitación, Riley sonrió con tristeza, estaba consiente de que Maya no estaba bien y no era exactamente por su temor a los truenos.

Maya vio a Riley desaparecer, su mente pensaba en lo que sería de ella si no tuviese una amiga cómo Riley, probablemente, en estos momentos ya hubiese cometido una locura. Pegó su espalda al frio vidrio de la ventana, escuchaba las gotas de agua chocar contra este, movio su cabello fuera de su rostro y suspiró profundo, dándose permiso a cerrar sus ojos otra vez, mientras esperaba el chocolate de Riley.

Tap, tap, tap.

Maya abrió los ojos de golpe, no tenía ni treinta segundos con ellos cerrados,   pero escuchó algo, pensaba que era Riley dándole golpecitos a la puerta para llamar su atención, pero no lo era.

Tap, tap, tap.

El "tap" se escuchó más fuerte, haciendo que Maya se enderezara en su asiento. Esta vez, en lugar de mirar hacia la puerta, miró hacia la ventana y ahí lo vio, vio quien era que estaba haciendo aquel sonido, no era nadie más que el chico que ella amaba, el dueño de sus lágrimas, su novio —si es que todavía podía llamarle así—, Lucas.

Lucaya One shotsWhere stories live. Discover now