Salvandolo

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El cómodo y dulce calor que sentía su cuerpo hizo que abriera sus enormes ojos azules. Se encontraba atrapada en unos fuertes brazos que a pesar de que le estaba haciendo mucho peso en la parte de la cintura, no se atrevía a mover por nada del mundo, pues ese brazo posado allí se sentía súper agradable. Sentía la brisa de una respiración chocar en contra de su cuello y el sonido de unos suaves —y obviamente, poco atractivos— ronquidos eran escuchados en la pequeña habitación.

Por más que tratara de morder su labio inferior, Maya Hart era incapaz de contener la sonrisa que se iba apoderado de su rostro lentamente, el solo pensar en lo que había pasado la noche anterior era suficiente como para que la chica sonriera como una colegiala.

Ella se había divertido... Y mucho. Sin importar con cuantos sujetos ella se acostó en los últimos dos meses, ninguno de ellos era suficiente, ninguno de ellos la complacía, ninguno de ellos era él.

A pesar de la mágica noche de gritos y lujuria que ella tuvo con él, sabía que eso no estaba bien. Ella había roto con él hacía un poco más de dos meses, ella había decidido olvidarlo, ella había tomado la decisión de irse con otros chicos que ni siquiera les llegaban a los tobillos a él.

Ella sabía esto, lo admitía sin pena, sabía que no había nadie como él, sabía que no había nadie que la satisficiera como él lo hacía, que no había nadie que la amara como él la amaba y más importante, sabía que ella nunca, NUNCA, podría amar a alguien de la manera en que lo ama a él, no importaba cuantos chicos ella conociese. Y si sabía esto, ¿Por qué rompió con él en primer lugar? Es decir, ella lo ama. Bueno, pues justo por eso fue por lo que rompió con él, porque ella lo ama.

Cuando te vez a ti mismo como un desastre de personas, como un ser humano sin valor, como alguien que no progresa y que es la persona más imperfecta en este poco perfecto mundo, te da miedo arrastrar a las personas que amas contigo, temes llevarlos al fango y por dicha razón tratas de salvarlos, por eso es que a veces apartas a estas personas de tu vida, no quieres arruinarlos.

Maya lo salvó.

Rompió con él, lo apartó de ella, no quería llevarlo al lodo junto con ella, tenía miedo de que su miserable vida arruinara la perfecta de él.

Lo salvó.

Pero él no lo veía así. Maya era su vida, era quien le daba luz, ella no era ninguna de esa cosas con las que ella siempre se describía así misma, era ella quien lo sacaba del fango, pero cuando rompió con él, él cayó más hondo de lo que una vez estuvo.

Esta noche de satisfacción no era algo que habían planeado, simplemente pasó, pero no se repetiría... Aunque eso fue lo que ella dijo la última vez y la vez antes de esa, y la vez antes que esa, es lo que ella ha estado diciendo por las últimas tres semanas. Esta fue la última vez, dice ella, pero nunca cumple con esas palabras.

Cuando ambos terminaban durmiendo juntos, casi siempre —bueno, siempre— era una llamada de Maya que hacía que el fuera a la casa de la chica sin protestar.

Ella lo llamaba, lloraba en el teléfono, le decía que lo extrañaba, que lo amaba y el la extrañaba y la amaba por igual, odiaba escucharla así, por ende, iba a su casa a arreglar las cosas, a hablar, a consolarla. Llegaba a casa de ella, sus lágrimas le rompían el alma, el solo quería abrazarla y susurrarle que todo estaría bien, quería animarla... Y sí que la animaba, pero en vez de utilizar abrazos y palabras tiernas para hacerlo, él utilizaba sus labios, la besaba, con cada beso le aseguraba que todo estaba bien. Entre beso y beso, una cosa llegaba a la otra hasta el punto en donde ambos terminando peleando bajo las sábanas.

Maya sintió el brazo del chico moverse, ya no se encontraba sobre su cintura, sino que ahora corría por el cuerpo desnudo de la chica, haciéndole cosquillitas con los dedos. Los ronquidos tenían un rato que habían parado, Maya simplemente no se había dado cuenta. Empezó a sentir pequeños besos en su hombro y espalda, estos iban lentamente hacia su cuello. Cerró los ojos y suspiró en satisfacción, aún podía sentir el dulce y agradable calor en su cuerpo. Se dio la vuelta, haciendo que el parara sus besos, ella abrió sus ojos y se encontró con el rostro de él, se encontró con el hombre que amaba.

Lucaya One shotsWhere stories live. Discover now