Capítulo 1: Βorracha

2.8K 105 6
                                    

Cierro la puerta de mi coche y resoplo.
Me parece alucinante que mis amigos me hayan dejado volver sola a casa, sabiendo que estoy completamente borracha.

Meto las llaves y arranco.
Quizá debería buscarme amigos nuevos.

El coche hace para de repente.
Mierda.
Ni siquiera puedo diferenciar el acelerador del freno.

Una vez que acierto comienzo a conducir de camino a casa.
Mientras, intento recordar cuantas cosas he bebido durante la noche.
Vodka, ron, bacardí, chupitos de cosas que no sé ni qué eran...

Madre mía.
Creo que me he pasado.

No, nada de concienciarte de que ha sido culpa tuya Sara Williams.
Han sido tus maravillosos amigos los que te han obligado a ir a esa discoteca, y, no satisfechos con ello, me han obligado a beber "para pasármelo mejor"

En fin, lo hecho hecho está.

Conduzco por las carreteras de Portland e intento no tener un accidente.
Rezo para que eso no ocurra.
Se me cierran los ojos, y no sé si es por el alcohol o por la hora que es.

Espera
¿Qué hora es?
Lo miro en el coche.
4:55h

Al menos nadie me verá a estas horas.

Minutos después sigo conduciendo, y para mi suerte ya estoy cerca de casa.
Sana y salva. -Pienso.

Incluso una sonrisa aparece en mi rostro de borracha al ver mi barrio a lo lejos, en la carretera.
Pero esa sonrisa se vuelve en un puchero al oír una sirena.

Parece que la fiesta continúa en otro coche.
Busco al fiestero por el retrovisor y veo un coche de policía.

Creo que más bien la fiesta se acaba de terminar.
Mierda. Mierda. Mierda.

¿Qué hago? ¿Qué hago?
No puedo parar. Si paro me van a ver borracha.
Pero si no paro será mucho peor.

Cada vez tengo el coche más cerca así que decido parar.
Espero al poli muerta de miedo en el coche.
Me tiemblan las piernas en el asiento.

Finalmente llega y golpea mi ventanilla.
¿Qué dice?
Ah. Vale.

Bajo la ventana y me encuentro con un hombre que me parece realmente atractivo.
Baja la cabeza tocando su sombrero en modo de saludo.

—Buenas noches.
—Buenas.
—Iba conduciendo muy deprisa, ¿sabe?

Y tú estás muy bueno, ¿sabes?

—Ah, disculpe, es que ya veía mi barrio desde aquí y tenía prisa por llegar. -Al hablar más de una palabra seguida, me doy cuenta de que se me nota muchísimo en la voz que estoy borracha.

—Ya veo, ¿a bebido?
—No, para nada.

El policía buenorro alza una ceja.
No se cree nada.
Normal.

Saca un artilugio extraño que yo no había visto en mi vida.

—Ahora lo comprobaremos, sople aquí por favor.
—Mmm, y, ¿dónde? Es que no sé cómo funciona esto.

No puede ocultar una sonrisa por mi ingenuidad.

—Tiene que soplar en la boquilla.

Me río y él vuelve a sonreír.
Soplar en la boquilla.
Estando borracha, eso suena muy gracioso.
Bueno, como todo.

—Vale.

Soplo.
Soplo más.
Siglo soplando.

—¡Pare, pare!

Paro asustada.

Él no sabe dónde meterse, si reír o llevarme al calabozo.
Yo lo tengo claro.
Me río por todo, por lo nerviosa que estoy, y por los chupitos infernales.

—Bueno, ha duplicado la tasa de alcohol permitida.
—Ah, eso está bien, ¿no?

Me mira fulminante.

—Voy a tener que multarle.
—Espera, ¿qué?
—Deme su documentación por favor.

Abro una pestaña del coche y cojo el papel.

—Leche, huevos... -susurra- creo que esto es la lista de la compra.

Me río, por no llorar.
Enserio le acabo de dar mi lista de la compra.

—¿Cómo se llama? -Me pregunta mientras busco los documentos.

Por fin los encuentro y se los doy.

—Sara... Sara Williams. ¿Y tú?
—¿Williams dice? -Ignora mi pregunta.
—Sí.

Ojea los papeles y parece pensativo.

—¿En qué barrio vive exactamente?
—Northwest.

Asiente y se rasca la mejilla.
Se oye el ruidillo de su barba de dos días sin afeitar.

—Salga del coche, no puede conducir en este estado.
—Pero...
—Vamos, yo la llevaré a casa.

Me ruborizo al instante y me pongo aún más roja de lo que ya estaba.

Salgo del coche y automáticamente me balanceo.
Él me coge por la espalda y me sostiene contra su pecho firmemente.

—Hueles muy bien. -Le susurro.

Veo sus ojos azules de cerca y me quedo sin aliento.
Y, joder, que fuerte está.

—Gracias. -Sonríe.

Me coge y me ayuda a entrar a su coche.

Me abrocha el cinturón y observo sus manos que chocan con mi pantalón en ese instante.
Ojalá el uniforme no le tapara lo los brazos, debe tenerlos realmente fuertes, incluso se le notan las venas en las manos.

—¿Vas a multarme? - Digo asustada.
—Ya veremos. -Me habla tan cerca que puedo notar su aliento contra mi nariz.

Adoro sus puñeteros ojos.
Él se sube delante y comienza a conducir.
Yo cierro los ojos pero enseguida vuelvo a abrirlos al escuchar el sonido de la alarma del infierno.

—Porfavor, apaga la sirena. —Susurro.
—¿Qué? -Dice en alto.
—¡Apaga la sirena!
—No puedo apagarla.
—Pues si no la apagas me va a explotar la cabeza.

Él hace una mueca de fastidio, y para mi sorpresa la apaga.
Yo sonrío, miro el retrovisor y nuestras miradas se cruzan.
Vale, acabo de pillarle mirándome.
Incluso me ha hecho ilusión.

Este hombre es tan atractivo que podría quitarle el aliento a cualquiera.
Cierro los ojos por fin, y sin darme cuenta me encuentro en un sueño profundo y tranquilo.
Donde no hay alcohol, ni música, ni sirenas infernales.

Mi delito fue amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora