Capítulo 10: Noche de pecados

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Cristian y yo nos encontramos solos, en su enorme casa, besándonos...
Sólo he tenido una pareja enserio aparte de él, y no puedo evitar ponerme nerviosa.

El ambiente es tan... intenso.

Me besa con lengua apasionadamente y me arrastra hasta la pared.
Me aprisiona contra ella y me rodea con los brazos.

Se separa por unos segundos de mis labios para susurrarme.

—¿Recuerdas las reglas? -Dice con voz ronca y agitada.
—Sí. -Respondo algo asustada.
—Bien, recuerda que sólo voy ha hacerte lo que me permitas, sin obligaciones.

Asiento.
Él me tiende la mano y yo la agarro.

Le sigo y caminamos hacia las escaleras de camino a su habitación.
Los latidos de mi corazón van a mil por hora y hasta puedo notar que me tiemblan las piernas.

Cristian es tan... intimidante, y a la vez tan excitante.

Entramos y encuentro su cama perfectamente hecha con una sábana blanca.
Cierra la puerta y sus labios vuelven a chocarse con los míos, ansiosos.

Me mira fijamente y me quita el vestido.
Yo le quito la camiseta, tímida.

Mis ojos se dirigen hacia sus pectorales y músculos al instante.
Ambos tan marcados y trabajados...

Por su forma física deduzco que debe reventarse en el gimnasio.
Claro que, es comprensible, ya que es inevitable estar en buena forma para trabajar en un oficio como el de policía.

Se acerca de nuevo a mi, y su notar su lengua paseándose por mi cuello me produce un escalofrío instantáneo.

Este hombre me pone a cien.

Noto su sonrisa contra mi cuello y me susurra.

—Túmbate en la cama, ahora vuelvo.

Yo me tumbo con cuidado como me dice.
¿Dónde habrá ido?
¿Qué estará haciendo?

Me pongo nerviosa mientras escucho sus pasos.
Cada vez me pongo más y más nerviosa.

Necesito que vuelva conmigo.
Necesito besarle y descargar toda la adrenalina que llevo dentro...

Vuelve a entrar en la habitación y sonríe al verme tumbada en la cama.

Llega algo en la mano pero no consigo descubrir que es.

Se quita los pantalones y se pone encima mía.
Me fijo en el enorme bulto que hay en sus calzoncillos y me sonrojo.

De nuevo noto sus labios presionando los míos y noto su respiración agitada.

Después, me quita el sujetador y yo me pongo nerviosa.

—Eres preciosa, relájate. -Me dice.

Respiro hondo y consigo calmarme un poco.
Él me quita las bragas y se quita los calzoncillos.

En un momento ambos nos encontramos desnudos sobre sus brillantes sábanas blancas.

Alarga el brazo hasta la mesita y coge eso que ha ido a buscar antes.

—¿Qué es? -Pregunto curiosa.
—Es un gel lubricante, de fresa. ¿Puedo ponértelo?

Asiento con la cabeza sorprendida.
Esto va a ser divertido.

Abre el botecito y se pone un poco en la mano.

—No sabes cuantas ganas tenía de probarte. -Dice en un suspiro.

Pasa el gel por mis pechos.
Está frío.

Antes de que se derrame por mi cuerpo, lo lame.
El tacto de su lengua contra mi piel es realmente agradable.

Mi delito fue amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora