03. 2

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Casi como un acto reflejo, me quité el abrigo y lo colgué en el perchero cuando me abrió la puerta. Ignoré como pude las cajas de cartón por todo el piso.

—¿Quieres algo para beber? —dijo dirigiéndose a la cocina.

Yo le seguí con pasos pequeños y rápidos.

—Con un vaso de agua me vale, gracias. 

Me apoyé en la isla de la cocina mientras él me daba la espalda y sacaba dos vasos y una botella de cristal del armario.

—Pensaba que te ibas el viernes —dije con la mirada clavada en su espalda, recorriendo los músculos que se marcaban bajo su camiseta.

Dan era muy alto. Mi altura apenas llegaba a sus hombros, aunque eso nunca me importó demasiado. Siempre me había sentido acomplejada por mi altura, ya que era realmente pequeña, pero con el tiempo aprendí a no rallarme. Aunque él no dejaba de repetirme lo mucho que le gustaba.

Me miró unos segundos por encima de sus anchos hombros y apartó la mirada en seguida. Vertió el líquido en los vasos.

—Los planes han cambiado —se dio la vuelta y me tendió el vaso.

Se apoyó en la encimera en frente mía y se bebió el agua de un trago. Tenía los ojos rojos. Apartó la mirada rápidamente.

—¿No pensabas decírmelo?

Se encogió de hombros.

—Ha sido cosa de última hora. Te lo hubiera dicho la primera.

—Entonces, ¿cómo es que Ellen se ha enterado antes?

Subió la mirada hasta mis ojos y se humedeció los labios. Sacudió la cabeza.

—Sólo... olvídalo, ¿vale? Tampoco es fácil para mí.

Me subí el vaso hasta los labios con la mirada de Dan clavada en mis movimientos. Sin pensar, me bebí el agua de un trago, aunque, a mi parecer, aquello no era agua.

Tosí de la impresión y sentí el líquido quemarme la garganta.

—Dan, ¿qué es esto? —dije mirando el vaso vació y pasándome los dedos por los labios.

Sonrió.

—No te voy a drogar, si es eso lo que piensas.

—Sólo responde la pregunta.

—¿Quieres más? Es ginebra —me guiñó un ojo y se dio la vuelta para sacar la botella del armario.

No pude reprimir soltar una carcajada.

—¿Estás loco?

Me quitó el vaso de las manos.

—Eso está asqueroso, ¿no tienes otra cosa? —me acerqué a él con una sonrisa burlona.

Me miró y me devolvió la sonrisa.

—Ahí está la Jane que yo conozco. ¿Quieres limón?

Me reí.

—Bueno, Dan. Sólo estaba bromeando. No vas a conseguir emborracharme esta noche.

Me tendió el vaso.

—Si me pagaran por cada vez que me dijeras eso... —dijo, y me besó la frente.

Puse los ojos en blanco.

—Lo digo en serio.

Alzó las manos con aire de inocencia.

—Está bien. Entonces deja que me emborrache yo. Quiero pasármelo bien.

Same Mistakes |h.s| Wattys 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora