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Nada más abrir los ojos supe que no iba a ser un buen día. La luz blanca que presidía la habitación resintieron mis pupilas e hizo que el dolor atravesara mi cabeza sin pudor ni conciencia. Me llevé una mano a la frente cerrando los ojos con fuerza de nuevo, esperando a que el dolor aminorase un poco antes de dar una vuelta en la cama. Alargué el brazo dispuesta a sacudir a Harry hasta despertarle para compartir ese sufrimiento todavía con los ojos cerrados, pero no había nadie a mi lado. Abrí un ojo para comprobar que, en efecto, estaba sola en la habitación. Con un gruñido, rodé por mi cuerpo hasta quedar boca arriba para frotarme la cara una vez más con ambas manos. Cogí mi teléfono encima de la mesilla de noche para mirar la hora, aunque quedé distraída con la cantidad de notificaciones que bailaban sobre la pantalla. Me puse pálida al segundo. Sólo había tenido un +99 de notificaciones en Twitter una vez anteriormente, ni siquiera me atreví a entrar.

Aunque lo que hizo que se me paralizara el corazón eran los mensajes de Dan.

Dan: te lo advertí

Ignorando el dolor de cabeza, salí de la cama casi de un brinco. Recogí la primera camiseta que vi por el suelo para ponérmela antes de salir de la habitación, donde me encontré a Harry en la cocina. Me acerqué mirando el suelo, sintiendo el arrepentimiento subirme por el pecho, seguido por la vergüenza y el sentimiento de culpa cogidos de la mano. Me senté en el taburete insegura.

—Buenos días —dije con voz queda.

—¿Quieres algo para beber?

—Agua, por favor.

No era capaz de mirarle a los ojos, por mucho que no estuviese segura de que lo hubiese visto o no. Ni siquiera yo lo había visto todavía, ya que estaba aterrorizada por ello. Dejé el teléfono encima de la encimera y sujeté el vaso que me tendía con una sonrisa.

—¿Resaca?

Me encogí de hombros y apoyé la frente en mi puño.

—Me duele la cabeza, eso es todo —dije, alzando la mirada y sonriendo un poco.

Él se rió y yo continué bebiendo hasta que el vaso quedó vacío. Me aclaré la garganta y me rasqué el brazo, de nuevo sin ser capaz de mirarle. Sabía que tenía que enfrentarme a la situación. Tenía que enterarse por mí, por nadie más. Me aclaré la garganta.

—Así que..., ¿has entrado en Twitter hoy? —pregunté, pensando que sería buena idea mirarle por fin, aunque en cuanto le vi la cara juguetona, apoyado contra la encimera con las manos, no pude evitar apartarla con rapidez de nuevo.

—Sí. Lo he visto.

Solté un pequeño gruñido y apoyé la cabeza en la superficie fría de la mesa entre mis brazos doblados.

—Lo siento mucho —dije sin levantar la cabeza y con los ojos cerrados con fuerza, como si así pudiese esconderme de él y de la vergüenza.

—No me habías dicho que era eso lo que tenía Dan contra tuya.

Me incorporé y me coloqué el pelo detrás de la oreja.

—Ya, yo tampoco sabía que me ibas a coger el teléfono y a decirle todo eso —respondí, mirando hacia mi móvil—. Yo sólo iba a mandarle a la mierda temporalmente, iba a esperar a que se me pasara la borrachera para pedirle perdón.

—Jane, no iba a permitir que continuara haciéndote eso. No pasa nada, esas fotos iban a salir tarde o temprano —dijo tranquilo, como si no fuera nada.

Me quedé callada.

Qué sencillo era para él decir aquello. Él saldría sin un rasguño en su piel ante lo que estaba ocurriendo. Yo no estaba destinada al mismo desenlace. A él lo iban a seguir apoyando en sus decisiones, mientras a mí me caerían literalmente litros y litros de mierda encima, como de costumbre.

Same Mistakes |h.s| Wattys 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora