Me sentía muy rara. Como si estuviera enferma y mi cuerpo me avisara que se avecinaban cambios.
Me dolía el estómago y mi boca se sentía amarga.
Traté de incorporarme de la cama, apoyando mi peso en la mesita de noche de mi habitación.
Revisé el reloj digital a mi lado, faltaba una hora para mi clase de Apreciación del
Arte.
Todavía no me acostumbraba a la universidad o a dedicarme a los estudios; una vez que te tomabas un año sabático para descansar, muy difícilmente regresas con ánimos de estudiar.
Pero este primer periodo estaba yendo bastante bien.
Conocí más gente de la que pensé conocer, y me sentí mejor estando rodeada de personas. Eso evitaba que el hoyo negro que me consumía en silencio se hiciera presente.
Pronto un retorcijón en mi estómago me sacó de mis pensamientos. Un líquido
amargo subió por mi garganta, amenazando con salir disparado de mi boca.
Prácticamente salté de la cama y esperé a que las náuseas pasaran. Pero regresaron dos segundos después y esta vez no iba a poder contener las ganas de vomitar.
Salí corriendo en dirección al baño, y una vez allí, volqué todo el contenido de mi
estómago en el retrete.
Cuando terminé me apoyé en la pared y miré mi pálido reflejo en el espejo. Estaba sudada y boqueaba como un pez bajo el agua.
Decidí en ese momento darme una ducha y probablemente llorar por Harry como siempre hacía desde hace seis semanas. Se había convertido en una rutina
diaria para mí.
No había vuelto a verlo desde entonces y ya lo echaba de menos, con fuerza, como si mi cuerpo lo necesitara para poder vivir.
Hace un tiempo me mantuve constantemente vagando por su edificio, pero ni los tipos de seguridad, ni Phillip, el portero, me dejaron llegar más lejos del elevador.
Incluso esperé a que Harry saliera para poder hablar con él y tal vez darle una que otra cachetada, pero siempre se las arreglaba para no salir cuando yo me encontraba vigilándolo.
Le dejé notas con Phillip, e incluso le lancé un ultimátum. Pero Harry Styles se había encerrado en él mismo, cargando con la muerte de Emilia, una niña que sufrió a tan corta edad.
Tampoco miré a Nicole o a su abuela en todo este tiempo; me sentía furiosa, indignada y dolida. Pero lo que más me importaba era hablar con él y decirle que lo amaba y que no quería dejarlo solo con esa gran carga pesada que llevaba a cuestas. Eso fue hasta la semana pasada, de ahí me vine abajo cuando uno de los guardias me dijo que "el señor Styles" se había mudado el día anterior.
Había un hoyo sangrante en donde antes palpitaba mi corazón; no podía creer que él me haya sacado con tanta facilidad de su vida.
Lo amaba. Pero ya no podía seguir esperándolo.
A fin de cuentas era mentira lo que decían acerca del amor: no podía superarlo todo. En especial cuando se trataba de traumas surgidos desde la niñez.
Lágrimas se agrupaban en mis ojos, soltándose sin mi permiso y con facilidad.
Por eso era malo enamorarse de forma tan profunda, uno siempre termina lastimado y con las alas rotas.
Acurrucándome en el suelo del baño lloré silenciosamente, hundiéndome en mi dolor hasta que nuevas náuseas me invadieron y tuve que vomitar otra vez.