—¿Estás bien? —Shio se acercó detrás de mí mientras yo ordenaba un estante de libros en la sección de paranormal.
Le di una vaga sonrisa y me dediqué a continuar con mi labor.
—Sí, bien.
—No me engañas, detrás de todo un “bien” se esconde un: “me siento como la Oops!”. Anda, cuéntame qué te pasa. Prometo guardar el secreto, soy muy buena en eso. Si no, pregúntale a Romeo, que él es testigo de lo sigilosa que fui cuando me contó lo de su incómoda comezón en… Ah, olvídalo.
Sonreí genuinamente en esta ocasión.
—En serio, todo va bien —le aseguré.
—Que te hayan asaltado puede ser traumatizante —dijo pegando la espalda contra el estante que cuidadosamente ordenaba.
Tuve que mentirle a mi jefa (y a todo el personal de la librería), y le dije que nunca había podido reunirme con su hijastro porque me asaltaron en el camino. Ella se puso
melosa y simpática conmigo, y yo prometí hacerlo mejor la próxima vez.
—No, no con ese labio roto. Le pediré a Mindy que lo acompañe —me había dicho ella despegando la vista de la pila de papeles que le llenaban el escritorio.
Hice una mueca y me llevé una mano a mi labio hinchado.
—No pienses que lo hago por ser mezquina —se justificó—. Te había pedido que tú lo acompañaras porque eres bonita, y él es fotógrafo. Ocupaba una modelo para sus
fotos. Pero con ese labio…
¿Él era fotógrafo? ¿Y Laura me recomendó para que me fotografiara a mí?
—Eres exactamente su tipo. Él fotografía a chicas con el mismo perfil que tú, por eso se me ocurrió enviarte.
Asentí una sola vez y decidí irme de su oficina. Laura no me había despedido, y se portó muy bien conmigo después de la enorme mentira que le solté. No quería andar
gritando a los cuatro vientos que casi me violaban así que me inventé una nueva historia.
Regresé al presente y me di cuenta que Shio continuaba hablando:
—Una vez me asaltaron en un autobús. Fue horrible, el sujeto llevaba traje y corbata y nos sorprendió a todos cuando sacó una pistola del chaleco. Tuve que entregarle el anillo de plata que mi novio me había regalado en ese entonces. Definitivamente caras vemos…
Hizo un puchero y me ayudó a terminar de arreglar los estantes.
—Siendo sincera, no dejo de pensar en eso —admití. La otra noche me había dado un ataque de pánico. Jamás en la vida había tenido uno. Fue horrible.
Desde ese entonces Harry se portaba distante conmigo. Me hablaba poco o nada, y no se aparecía por casa de papá. Llevábamos así tres días.
¿Acaso yo había hecho algo malo?
Él me dijo que me amaba, aunque pronto me estuve cuestionando si no fui yo quien lo imaginó todo.
—Te recuperarás —me aseguró Shio—. Aunque ahora parezca que no vas a poder soportarlo, lo harás. Estarás bien.
Sonreí, esperando que fuera verdad lo que decía. No quería quedar marcada de por vida.
—Oh, mira quién ha entrado por esa puerta —Shio cambió de tema, tomándome
del brazo y obligándome a ver.
Por un momento se me salió el corazón al pensar que podía ser Harry, pero no era él, sino un chico de cabello rubio con un atuendo poco destacable, más sin embargo, llamativo.