Daniel

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Cuando Beth era una bebé y los señores Fletcher necesitaban una niñera que cuidara de su hija cuando ellos tenían que estar fuera por su trabajo, la joven fue la primera candidata que apareció frente a su puerta. Los señores Fletcher decían que no habrían  podido encontrar una mejor niñera para su hija que Daniel.
Daniel tenía veintiún años aunque lucia como una adolescente, ella y su madre se mudaron al vecindario días después de que los señores Fletcher adoptaron a Beth. Daniel había visto crecer a Beth, por lo que veía en la niña una hermana menor a la que debía proteger, sentimiento que era correspondió por Beth, ésta sentía una enorme admiración por Daniel.
Beth solía pasar horas en casa de la madre de Daniel, la señora Lucia trataba a Beth con cariño, era la única familia del vecindario a la cual Beth les agradaba.

Era una tarde de primavera y Beth pensó que hacía un buen tiempo afuera, el clima perfecto para ir al parque. La señora Fletcher no volvería del trabajo hasta pasada las cinco de la tarde, Daniel estaba cuidando de ella, la joven estaba recostada en el sofá concentrada en su móvil.

— Daniel, estoy tan aburrida — bufó Beth.

— ¿Qué te apetece hacer linda? — dijo Daniel despegando la mirada de su móvil.

— Que tal si vamos al parque, quiero patinar un rato, aún no soy tan buena en eso.

— Bien, pero ponte un suéter, esta haciendo algo de frío.

Beth subió corriendo las escaleras, al poco rato apareció cambiada y con una mochila sobre su espalda.

—¡Ya estoy lista!—  gritó mientras bajaba.

Beth era afortunada al tener el mejor parque de toda la cuidad cerca de su casa, era un enorme parque donde grandes y chicos parecían siempre pasarla bien, y a Beth le gustaba porque mientras corría por aquellos juegos se sentía como una niña común, inocente como las demás, inocencia que iba perdiendo cada día.

Llegaron al parque y Beth se colocó los patines, Daniel se sentó a observarla un rato, luego volvió a enfocarse en su celular. Beth se cansó de patinar, se quitó los patines y entregó a Daniel para que los guardara, la niña fue corriendo hacia los juegos, le gustaba pasear en cada uno hasta cansarse. Beth decidió empezar por el columpio, se sentó y empezó a columpiar cada ves mas alto. Tuvo la sensación de que alguien la observaba, buscó entre toda la gente que había en ese concurrido parque, vio a un hombre mirándola a la distancia, su expresión era imperturbable, tenía unos ojos oscuros y fríos, pocas cosas lograban intimidar a Beth, ese hombre lo había logrado; restandole importancia Beth decidió ignorar al extraño sujeto, Daniel estaba con ella y con Daniel siempre se sentía a salvo. Beth siguió en lo suyo, había cambiado de juego, lanzó una breve mirada para comprobar si el hombre se había marchado, se equivocada, el seguía inmóvil observandola fijamente, una corriente de frío recorrió su piel y los vellos de su cuerpo se erizaron, todo en ello gritaba peligro.
Una mano tiró del cuerpo de Beth, ella reconoció el tacto.

— Tenemos que irnos — susurró una voz a su espalda.
Beth sin protestar obedeció a Daniel, algo en el tono de la joven advertía que las cosas no iban bien, Daniel tomó a Beth de la mano, la piel de la chica estaba muy fría y la de Beth también lo estaba, la niña supo que no era nada relacionado por el frío.
Con pasos apresurados Daniel arrastraba a Beth de regreso a casa.

—¿Hiciste lo que te dije Beth?— preguntó la joven mientras caminaba apresurada - ¿buscaste a las niñas?

—Sí, hice todo lo que me dijiste.

—Bien, estarás bien—  respondió Daniel para si misma. Beth no entendía que estaba pasando, a qué le temía tanto Daniel, la Daniel que a sus ojos era invencible.

Cuando llegaron a casa de Beth, Daniel aseguró la puerta y corrió hacia el teléfono, a quién llamase jamás respondió.
La puerta sonó, quien sea que tocaba no parecía amistoso, la niña lo pudo ver en los ojos llenos de pánico en Daniel, y por la forma violenta en que la puerta se empezó a estremecer.

Daniel tomó a la niña de los hombros y se encorvó para quedar a su altura   — Escúchame Beth, tienes que ir a tu habitación y permanecer ahí, toma el teléfono y llama a la policía, no hagas ruido, no salgas hasta que yo vaya por ti, ¿de acuerdo?.

—¿Que está pasando Daniel?— preguntó alarmada Beth al mirar como la puerta parecía a punto de derribarse.

—No hay tiempo de explicarte linda, tienes que hacer lo que te dije, vas a estar bien, has todo lo que te pedí.
— Ikur—  le habló esta vez al gato de Beth, el gato estaba junto a la escalera con el pelo erizado - Ve con ella Ikur,  a partir de ahora todo depende de ti.

—¡VAYAN!—  gritó Daniel. Beth subió corriendo las escaleras, dedicó una última mirada a la chica que la contemplaba desde abajo con una sonrisa tranquilizadora, a Beth le pareció ver que sus ojos azules se habían vuelto de un rojo vibrante; escuchó la puerta romperse, entró a la habitación de sus padres, descolgó el teléfono y corrió a su habitación, puso el pestillo y se encerró en el armario, Beth llamó a la policía.

—¿911 cual es su emergencia?—  habló la voz a través de la línea.

— Alguien a entrado a mi casa, están atacando a mi niñera.

— Tranquila, ¿dónde sucede la emergencia?

—7 4 1 de la calle Rithgmor.

—Bien pequeña, ¿tu te encuentras a salvo?—  preguntó la mujer.

Beth no respondió, las cosas abajo sonaban como si estuvieran teniendo una gran batalla, un alarido de dolor puso la piel de gallina a Beth , era la voz de Daniel, eso fue lo último que oyó hasta que escuchó la sirena de la policía minutos después. 

—¡Beth!, ¡cielo!— la niña distinguió la voz de su madre y salió del armario donde se había ocultado.

Su madre se abalanzó a sus brazos, tenía los ojos hinchados y las mejillas húmedas.

—La vecina me llamó, dijo que vio entrar a unos hombres a casa - chilló la señora Fletcher aferrándose a su hija— tu padre está viniendo, ¡oh mi vida!.

—Mami estoy bien. ¿Dónde está Daniel?, ¿Está bien?

La señora Fletcher chilló más fuerte

— ¿¡Mamá dónde está  Daniel!?

— Daniel está ... Muerta.

Era la tercera vez que Beth iba a un entierro, las dos primeras eran causa suya, la última también, solo que esta vez ella no lo había provocado directamente y era por alguien que si le importaba. Hacía un buen tiempo aquel día, era el típico día en el que hubiera pedido a Daniel que la llevara a jugar al parque, a no ser porque Daniel estaba dentro de un cajón, inmóvil, estática, sin vida; Daniel, su Daniel que la había visto crecer, que le había enseñado tantas cosas sobre lo que era y que finalmente como última muestra de amor había entregado su vida por protegerla. Beth sabía que su destino estaba escrito, que Daniel no había muerto en vano, que llegado el momento acabaría con los que le habían arrebatado a su hermana.

La niña grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora