Parte 1

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La lluvia incesante caía mojando mi cabello por completo

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La lluvia incesante caía mojando mi cabello por completo. Aún no entiendo porque tuve que salir un día como hoy. Adentro mis manos en mi sudadera mientras sigo viendo el semáforo. Estaba tan concentrada en pasar la maldita calle que no me doy cuenta cuando un auto está por arrollar a un peatón detrás de mí. Los diversos claxóns hacen que me gire sólo un poco, un chico con un cubrebocas y un gorrito aparece en mi campo de visión. Está estático mirando hacia el suelo, es como si no escuchara que prácticamente lo están mandando a la mierda a su lado.

Debo ser una buena persona, ¿no? Se supone que eso me inculcan mis padres.

Me doy vuelta, y sin mirar a otro lado más que su rostro cubierto por esa tela negra, tomo su mano y nos hago caminar a mí y a ese extraño chico.

—¿Estás bien? —ya estabamos del otro lado de la vía. Los autos que transitaban por allí aún seguían lanzando maldiciones a la persona a mi lado. —Casi te atropellan allá.

El chico no me miraba, seguía con su atención al suelo. La lluvia le caía sobre el gorrito. Su ropa al igual que la mía estaba empapada, sin embargo, parece que hubiese estado en la calle durante un buen tiempo. Digo, esa chaqueta ya se está descosiendo. Sus zapatos están básicamente arruinados, su apariencia no era la mejor. ¿Sería un indigente?, y si lo es, ¿qué debería hacer?

La estúpida lluvia que se filtra por mi ropa no me deja pensar con claridad. El chico parecía tener alguna clase de trastorno, no lo sé. No me miraba, no hablaba, ni siquiera estaba segura de que me pudiese escuchar.

—Oye —no sabía bien como preguntarlo. —¿Eres un indigente o algo así?

Sí, la paciencia con este individuo se me estaba yendo. Aunque, no tengo paciencia con nadie.

Sigo sin respuesta alguna. Vamos, no parece que este diluvio vaya a acabar, o hago algo pronto o ambos pescaremos un gran resfriado. No estaba en mis planes el día de hoy morir por hipotermia.

—Chico raro, ¿puedes oírme? —un leve asentimiento de cabeza por su parte. —¿Y también puedes hablar? —otro meneo de su cabeza. —Entonces dime de una vez, ¿dónde vives? Te llevaré porque soy una buena persona.

Sí, en definitiva iba a dejarlo aquí solo si no me decía nada. Dice que puede hablar pero ya llevamos más de diez minutos aquí y no ha soltado palabra alguna. Me daban ganas de golpearlo y sacarle a golpes las palabras. Demonios, mi tacto se ha ido.

—De acuerdo, te dejaré aquí. Buena suerte —, no sería más mi problema. Me di media vuelta y comencé a caminar para dirigirme a mi hogar. Sin embargo, ya llevaba más de cinco pasos y notaba que el extraño ser ese me estaba siguiendo. —¿Qué crees que haces?

Me había dado vuelta para enfrentarlo. Su cuerpo paró en seco cuando me vio, no podía ver muy bien su rostro, pero sus cejas se levantaron en señal de sorpresa. Perfecto, ahora lidiaba con un asustadizo. Nada mejor que eso.

—Deja de seguirme, niño del demonio. —no, no era necesario eso último, pero soy poco amable.

Sigo mi camino colina abajo. La lluvia estaba comenzando a cesar y eso me había puesto de alguna forma, feliz. Saqué mi teléfono para visualizar la hora, hacía más de media hora que ese chico había dejado de seguirme. Mierda, ¿habré sido muy ruda con él? Solo quería que me dijera de una puta vez algo.

La culpa no había tardado en aparecer en mi subconciente. No era tan maldita como para dejarlo en plena calle solo. Quizá sí padece de algún trastorno y yo fui muy dura con él. Odiandome en mi interior, me giro para ir en busca de ese chico. Un par de pasos me bastaron para encontrarlo sentado de piernas cruzadas bajo el techo de un mini super. Niego dentro de mí.

Iba a comenzar a caminar, pero mi atención se va hacia el señor canoso que se encuentra echando al extraño muchacho. Vaya, ese señor debería ser menos agresivo. El hombrecito no lo miraba, jugaba con sus manos y se mecía levemente. Lo escuchaba, estoy segura de que lo escuchaba.

Sabía que lo lamentaría y aún así lo hice. Volví a tomar su mano, logrando esta vez que me mirara. Al fin me miraba. ¿Qué era lo que podía hacer en ese momento? No hablaba, no me miraba, y si acaso me escuchaba. Ni siquiera me había dado cuenta de que ya estabamos a la vuelta de la esquina de mi casa. ¿Lo llevaría allí? Mamá no tendría inconveniente. Para nada, un chico extraño empapado que podría arruinar su lindo piso con sus zapatos llenos de lodo. Estará complacida con su visita.

Abro la puerta con las llaves. El muchacho a mi lado al parecer, le llamó la atención el pequeño llavero en donde se encontraban mis llaves. Me sorprendió que llevara una de sus manos al colgante y se quedara contemplandolo. Rodé los ojos y abrí completamente la puerta.

—Es mi casa —, dejé que el muchachito pasara primero. Seguía con sus manos dentro de su chaqueta y miraba con atención la construcción.

—¿Sujan? —la voz de mamá resuena dentro de la casa. Ah, ¿cómo le explicaría? —Cariño, al fin llegas.

—Hola, mamá.

Su expresión animada cambia al momento en que se da cuenta de la presencia del chico a mi lado.

Otra vez vuelve a mirarme. —¿Quién es él, linda? —ni yo sé realmente.

—Lo encontré en la calle, casi lo arrolla un auto. No sabía muy bien que hacer con él, no quería traerlo a la casa pero no me dice nada. Es como si no supiera hablar.

—Oh, están empapados los dos. Te dije que no salieras con este clima —, tomó mi mano y llevó la suya a mi rostro. —¿En verdad no habla?, ¿es mudo?

Solo opté por encogerme de hombros. No quería lidiar con este problema. Este chico estaba siendo más problematico de lo que pensé.

—Deberíamos llevarlo a la estación de policía —, sugirió.

Sentí un apretón bastante fuerte que hizo darme vuelta y encontrarme con esa mirada inquietante. Comenzó a negar rápidamente con la cabeza. ¿No quería ir a la estación de policía? No entendía.

—¿Podrías darnos la dirección de tu casa, cariño? —ah, esa voz dulce de mamá. A veces me altera los nervios. —¿Un número quizá? —él volvió a negar, esta vez dejando mi brazo lentamente.

—No quiere cooperar el indigente.

Un golpe en mi hombro me hace mirar mal a mi progenitora. —No le digas así, Sujan. No sabemos bien que tiene, ni quien es. Tratalo mejor, ¿quieres? —no, no quiero.

—¿Entonces qué haremos con él? Hay que llevarlo con la policía, no tenemos porque cargar con él —, rodé los ojos sintiendo mi paciencia acabarse.

Mamá iba a hablar, sino fuera porque sus ojos fueron a caer en algo detrás de mí. Alguien. Al girarme, vi al individuo escribiendo algo en un papel que, supongo, había encontrado sobre la mesita de estar. Mi curiosidad se hizo presente. Caminé hacia él, quien me extendió el papel con unos números escritos en el. Oh, ¿era el número de su casa? Por favor, que así sea.

No perdimos más tiempo, mamá marcó los digitos en su teléfono. Yo seguía mirando atenta a aquel castaño sentado sobre el sofá. Que chico tan extraño en verdad. Jamás había visto a una persona así. No sabía que pensar, a decir verdad.

—De acuerdo, lo llevaré en la mañana —¿en la mañana? —Gracias a usted —, y colgó de repente.

—Mamá, no puede quedarse aquí —ahí salía mi incontrolable rebeldía.

Me dio una corta mirada antes de acercarse al chico y tomarlo por los hombros. —Sólo será esta noche. Ya es muy tarde como para llevarlo.

—Pero...

—Busca un poco de ropa de tu padre, este muchacho debe darse un baño —volví a abrir la boca para oponerme, pero nuevamente fui interrumpida. —Ah, y tú también debes asearte, Sujan.

Mierda y más mierda.

Save Me ~Jungkook || BTS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora