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—Vaya, realmente eres bueno en el Just Dance, niño.
Más de dos horas jugando esta cosa y yo ya no doy para más. En cambio a mí, Jungkook sigue bailando aquella canción frente a la pantalla. Mierda, no para de moverse. Veo todo el sudor que su sien tiene mientras abro una lata de soda
—Siéntate y bebe conmigo, Jungkook —, le extendí la bebida a lo que él dejó el mando sobre la mesita y la tomó. —¿Tomas Sprite?
El niño asintió con la cabeza antes de sentarse junto a mí. En realidad me había divertido con él, no es tan aburrido como pensaba. Baila mejor que yo, eso sin dudar. Ignorando al castaño a mi lado, vuelvo a pensar en su trastorno. Lo que tuvo que haber pasado.
De pronto recuerdo algo a lo que no le había tomado mucha importancia... Cuando encontré a Jungkook en la calle y luego lo llevamos a su casa, su tía dijo que había escapado de casa. ¿Por qué? No llegué a preguntarlo. Me pregunto si tendrá que ver con su pasado.
Mierda, Sujan, deja de pensar en eso ya.
Iba a decir algo, pero la puerta siendo abierta me interrumpió. Mamá ha llegado.
—Ayúdame, Sujan, esto está pesado —, escupió la mujer entrando con bolsas en sus manos.
—¡Justo a tiempo para el almuerzo!
Moría de hambre.
—Te levantaste tarde, hija. Ya pasan de las cuatro —vaya, es cierto, en fin de semana duermo hasta tarde.
(…)
—Vuelve cuando quieras, Jungkook. Te haré muchas galletas más —, sonrió en nuestra dirección.
Jungkook solo sonrió tímidamente.
—Ya nos vamos, mamá —, rodé los ojos dándome vuelta hacia el castaño.
—Vuelve con cuidado, Su —asentí y ella se perdió dentro de la casa.
La noche era fría, lo que me daba a entender que ya se aproximaba el invierno. De pronto la navidad no se sintió tan lejos, un par de meses más para que haga un frío del demonio.
Todo estaba tan callado, lo único que se escuchaban eran nuestras pisadas a la misma vez. Él tenía la mirada perdida en cualquier cosa. Yo me mantenía pensativa, solo... Pensando en él. Últimamente sólo pienso en él, ya me está preocupando eso.
—¡Sunie!
Oh... esa voz. Esa voz tan perfecta y hermosa. Era él.
—¿Cuantas veces más debo decirte que no me llames así? —, solo obtuve una hermosa sonrisa por su parte.
—Es la costumbre, Sunie —lo miré fulminandolo con la mirada. —Sujan —, se corrigió.
—¿Vienes del hospital? —, pregunté. No había notado que estaba con su bata de doctor.
