Volver a China había resultado un golpe difícil de sobrellevar, sobre todo cuando en su cabeza no se dejaba de reproducir la misma escena, una y otra vez, como si estuviera en un bucle sin fin, y aquello no parecía tener ninguna clase de mejora. Nunca podría olvidar cómo encontró al que se suponía era su amigo a punto de hacerlo con la persona, que se suponía, lo amaba como nadie. Se sentía patético, enfadado y traicionado.
Desde que era muy pequeño, su padre le había estado comentando lo ingenuo que era, y lo cuidadoso que tenía que ser con ello. Él había aceptado aquella charla y la había puesto en práctica en casi todos los sectores de su vida. Cuando conocía a alguien nuevo, cuando estaba en Corea, cuando se sacó los estudios universitarios. Había logrado vencer cada una de las barreras de su inocencia. Sin embargo, había bajado la guardia porque, ¿cómo iba a pensar que su novio se estaría viendo con uno de sus mejores amigos a su espalda? ¿Cómo podría saber que Lay los había engañado a todos?
Poco después de haber llegado a China y de haberse instalado en un pequeño piso de la capital, un correo le había llegado mediante un anónimo. En el anónimo alguien le contaba la realidad de quién era Lay y de qué intenciones tuvo siempre. Aquello le dolió. Al parecer, la hermana de Lay había estado tremendamente enamorada de ellos, desde muy joven. Se obsesionó muchísimo pero ellos nunca dejaron que ella se acercase. La obsesión la llevó a las drogas y de las drogas pasó a cosas peores, no mencionadas, que casi acaban con su vida. A Lay le rompió el corazón ver a su hermana así y quiso romperle el corazón a las dos personas que casi acababan con la vida de su hermana.
Y lo había conseguido.
Su exnovio le había dejado cerca del mil mensajes. Leyó solo los cien primeros. Siempre decían lo mismo. "Tenemos que hablar", "No es lo que crees", "Realmente te amo", "Hannie, vuelve por favor", "Necesito verte", "No soporto tu ausencia" y la que más le gustaba a él, personalmente, "Luhan, nunca quise hacerte daño".
Sin embargo, estar allí en China tenía cosas muy buenas. Al menos, tenía dos muy buenas. La primera de todas era Darren, quien se había venido a la vez que él. Estaban casi todo el tiempo juntos, muchos habían comenzado a confundirlos con una pareja. Incluso su tonto corazón había comenzado a cobrar vida, pese a lo roto que su ex lo había dejado. Pero no quería que las cosas cambiasen entre ellos. No se podría perdonar si el atractivo muchacho se alejaba al saber que él tontamente estaba confundiendo amistad y amabilidad con amor. La segunda era su mejor amiga, Jia. No sabe dónde habría llegado sin ella. Su gran confidente. Ella era la única que sabía acerca de sus alocados y erróneos sentimientos. Aunque la muy loca lo animaba a hacer algo al respecto, pero simplemente no podía. Tampoco debía.
El timbre de su piso sonó. Hoy había quedado para salir a la calle con Kuanhung, pero las previsiones del tiempo dieron a conocer que a mitad de la tarde la ciudad entraría en alerta amarilla por tormenta, se pedía que la gente evitase en la medida de lo posible salir de sus viviendas. A Luhan no le gustaba la oscuridad, y la amenaza de apagón era demasiado grande como para que no pidiese un pequeño favor.
Abrió la puerta con rapidez. Su corazón pareció coger el ritmo de una ametralladora en cuanto se encontró de frente con su mejor amigo, y con su sonrisa. Tenía una sonrisa coqueta, la cual lograba que todo el mundo cayese a sus pies. Su pelo estaba ligeramente despeinado, dándole una apariencia salvaje. Y pese a que iba demasiado desarreglado, en él, aquel vaquero oscuro rasgado, junto a la camiseta negra una talla más grande a la suya y una sudadera abierta, era una imagen simplemente sexy. Mucho más de lo que a Luhan le hubiera gustado.
- ¿Me vas a dejar pasar? - preguntó con cierta burla. Ya era común en el más bajito aquellas reacciones.
- ¿Eh? - sus mejillas se sonrojaron ligeramente, bajó la cabeza para cubrirlas - Sí, claro. Estás en tu casa - mencionó mientras se echaba a un lado, dejándole paso.
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FIREWORK [YUWIN]
FanfictionNakamoto Yuta no sabía que tenía de especial aquel chino de orejas llamativas, pero supo que no podía dejarlo ir cuando miles de fuegos artificiales estallaron alrededor de él nada más verlo. Aunque claro... ese chino no era otro que el mejor amigo...