La entrada a la vistosa mansión es en silencio con la sensación del inminente resultado. Acabaremos en la cama, envueltos entre sábanas, sudor, olor a sexo y placer absoluto. No dudo por un segundo que Julio podrá satisfacer cada fantasía o deseo que tenga.
—Puedes dejar tus cosas... escasas cosas en la habitación para invitados.
Suelta mi mano y camina hacia el segundo nivel.
Me quedo de pie en medio del salón sin saber qué hacer. La calidez y seguridad que desprende Julio sigue siendo la misma que en el avión, pero algo cambió entre nosotros, quizá no es más que la tensión sexual que ocupa gran parte de mi cerebro en este momento. Contemplo el salón; todo en madera preciosa, la baldosa color crema y espejos colocados estratégicamente para proyectar más profundidad de la que tal vez tiene en realidad. Decido que podré darme el lujo de recorrer la estancia antes de que Julio regrese. Coloco la cartera y el chal sobre la repisa que se halla justo al lado de la puerta. Una repisa caoba con tallado hecho a mano; ramos de flores y diminutas rosas talladas con delicadeza. Unos pasos más allá hay colocado un árbol de bambú frondoso y podado. Hay cuadros en las paredes que rodean la escalera hacia el segundo piso. Desde este ángulo se puede apreciar playas. Si mal no recuerdo, y creo que no me equivoco, reconozco una de ellas. Es Bayahibe, una de las playas más preciosas que tiene República Dominicana en la parte este del país. La arena blanca cautiva a cualquiera, incluso sin gustarle la naturaleza es imposible no admirar un trabajo tan perfecto por parte de la vida. Mis pies se mueven poco a poco. Encuentro puertas cerradas y con iniciales. La del fondo tiene una M. Sigo por el pasillo y obvio la cocina, la cual se ve al extremo izquierdo, reluciente y pulcra. Debe tener muchos metros cuadrados. Si considero que mi fuerte no es saber de medidas al ojo, tengo mis dudas para determinar qué tan grande es. En el pasillo hay seis puertas, todas con iniciales. A mano izquierda está la J, la P y la Q, en el lado contrario la R, la C y la Z. Estoy intrigada por saber qué significan estas letras.
Mi imaginación vuelva a mi infancia, mi austera y precaria infancia.
Esta casa tiene pinta de ser una reliquia familiar. Ya no se construyen tantas habitaciones en la actualidad, a menos que tengas una familia numerosa. En vista de que mi relación con Julio se resume a unas escuetas conversaciones superficiales, me es imposible saber si tiene hermanos o hijos.
O, si en su defecto, tiene esclavos sexuales o es traficante de mujeres.
Un ligero temor se enciende en mí. Ese botón que no quería que se encendiera.
Julio no tiene ese tipo de aura que llevan los delincuentes. Si considero mi profesión, los delincuentes son lo mío. Con corbata o sin ella, camisas de marcas reconocidas, zapatos lustrosos y sonrisa brillante.
Sí, en definitiva, Julio no es un maleante. Sin embargo, puede trabajar para alguien. Hacer de buscón con su facha, su pelo castaño claro y sus ojos como la miel, ese cuerpo atlético que me hace vibrar de pies a cabeza y excitarme sin entender por qué me sucedía eso con él. Podrá ser el maleante más peligroso, siempre y cuando no quisiera compartir mi cuerpo en una orgía, sacar mis órganos y venderlos en el mercado negro o solo matarme. Él hombre podrá hacer lo que se le antoje con mi cuerpo.
Lamento no haberme puesto un conjunto de bragas de encaje, claro que tampoco pensaba jamás en mi vida. Acepté la oferta de un completo desconocido de pasar una noche de aventura y sexo sin compromiso. Recuerdo haber llamado a la aerolínea y preguntar por los vuelos de ese día. Compré el ticket en línea mientras iba en el taxi de camino al aeropuerto. Mi cabeza no estaba precisamente en encajes y combinaciones de ropa interior. Traigo puesto un sostén negro y una tanga blanca que saqué del cajón antes de darme la ducha. Pensaba que no usar ropa sexi podría funcionar esta vez. No fue así. Cuando la presión del trabajo y los casos en los tribunales se me complicaban más de lo que había pensado, usaba delicadas piezas sensuales para sentirme más poderosa y más fuerte, algo que muchas mujeres hacen, según escuché. Cuando los hombres piensan que nos convencerán con besos apasionados que quitan la respiración, algunas copas de vino carísimo, caricias en el cuello y susurros de pasiones pecaminosas, las mujeres llevamos piezas combinadas para hacer realidad los más grandes e impuros deseos. Deseos nuestros. Algún espécimen del género masculino debe de haberse percatado de dicha realidad. Ellos no tienen el control al invitarnos a salir con segundas intenciones, nosotras llevamos la segunda intención puesta.
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Cafe contigo al despertar
Любовные романыMaría López, abogada dominicana de veintisiete años, decide que no está lista para casarse. Su pareja, Reed, se llena de venganza y odio hacia ella y comienza a crear rumores sobre supuestos sobornos aceptados por María, sobornos de los cuales si...