Huele a café.
Me duele todo el cuerpo, más que todo mi satisfecho sexo, un recordatorio viviente de lo que fue mi noche con Julio.
Fantástica.
No tengo otra manera de describir cómo se preocupó por que yo alcanzase el placer primero que él. Solo pienso en los orgasmos que tuve anoche y se me eriza el cuerpo. Una noche fue suficiente para convertirme en una mujer diferente.
«Una noche con un completo desconocido que besa como el diablo».
Me remuevo en las sábanas y admiro la habitación. Parece más delicada que la típica alcoba de solteros. Es obvio que una mujer se ocupa de dar unos toques por aquí y por allí. Solo de pensar que alguien ponga sus manos en las sábanas donde Julio me hizo suya hace unas horas me llena de una rabia incongruente.
«Fue una noche», me repito una y otra vez, aunque mi corazón me traiciona cuando lo veo entrar con dos tazas negras en la mano.
Oh, ¡café de mi corazón!
Me siento de inmediato en la cama sin importar que mis senos salgan a flote dándole un saludo de sargento. Ya está vestido. Se duchó, su cabello mojado y acondicionado con algún tipo de gel lo evidencia. Tiene una ligera barba incipiente. Lleva un polo verde por fuera de unos pantalones negros jeans que estoy segura de que destaca su apetitoso trasero y piernas.
—Gracias, eres un sol —comento cuando tengo la taza entre mis manos.
El olor del café me relaja, entra por mi nariz hasta los recónditos lugares que creía adormecidos y los despierta para que todo mi cuerpo saboree su sabor exquisito.
—Ya veo que el café es tu alma gemela. —Esboza una sonrisa y contempla mi expresión soñadora.
Lamo las gotas que quedan en mis labios.
—Háblame cuando termine de revitalizarme. —Cierro los ojos y sonrío.
—Pues yo te veo llena de energía, incluso pienso en volver a meterme contigo a la cama. No te molestaría, ¿verdad? —añade esto último dejando su taza sobre el escritorio que tiene cerca de la ventana.
Anoche siquiera me di cuenta de que esa ventana es tan amplia. Debe dar al jardín o algo similar. Estaba muy concentra en cierto moreno dominante y arrogante que se acerca a la cama.
—Debo ducharme, estoy vuelta un asco.
Me paso la mano libre por el cabello desarreglado, pero al estar tan corto es imposible que se vea tan pésimo.
«Eso no evita que tengas que estar presentable».
Julio se sienta en el extremo contrario de la cama y me observa. Bajo la vista a su boca carnosa, esos labios han estado entre mis piernas y realizaron toda clase de diabluras pecaminosas e irresistibles. Siento cómo mis pechos se ponen duros y pesados. Solo con pensar en lo que ese hombre es capaz de hacer...
—¿Algo bueno que estés recordando?
Parece haber leído en mis ojos lo que cavilo.
—Regular, nada que me quite el sueño —le respondo dando mi último trago al café.
Me muevo un poco para colocar la taza sobre la mesa de noche.
Posee un brillo extraño en sus ojos. Me pongo alerta de inmediato. ¿Qué me dirá ahora?
«La pasamos bien. Recoge tu ropa. Nos vemos cuando nos veamos».
Me siento decepcionada al instante.
—¿Qué sucede?
Subo las sábanas hasta mi cuello.
—¿No crees que he visto todo lo que tienes ahí? Creo que es un poco tarde para que tu pudor salga a flote.
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Cafe contigo al despertar
RomanceMaría López, abogada dominicana de veintisiete años, decide que no está lista para casarse. Su pareja, Reed, se llena de venganza y odio hacia ella y comienza a crear rumores sobre supuestos sobornos aceptados por María, sobornos de los cuales si...