Capitulo 8

670 81 6
                                    

Caminamos a paso lento sobre la arena, mojados por el agua de la playa. Nos despedimos de la fantasía y el paraíso en donde nos pasamos horas compartiendo anécdotas y tomando cerveza. Extrañaré este lugar. El hecho de pensar regresar a hospedarme en el hotel dentro de algún tiempo me resulta dolorosa y desolador. Dentro de poco me iré a Santo Domingo. Es el más triste adiós que he tenido en la vida. No me he sentido tan angustiada desde que mi abuelo falleció.

—Dejemos las cosas en el baúl —comenta.

Me coloco el sobretodo.

—Claro.

Terminamos de acomodar las cosas y las cervezas.

La brisa de las seis de la tarde enloquece a mi cerebro. Oscurece. El mar se ve inquieto y violento desde aquí.

—Vamos adentro antes de que cojas una gripe y te veas obligada a quedarte conmigo. —Sonríe y abre la puerta del copiloto.

—Qué más quisiera yo —suelto sin pensarlo.

Cuando me percato de que esas palabras se escaparon de mis escurridizos labios, maldigo.

Demonios, ¿cómo pude decir algo así?

—Entonces ¿qué te impide irte mañana?

Impide que me siente en el Bentley y me acorrala con su cuerpo. Puedo sentir su respiración parsimoniosa. Sus ojos me miran con intensidad y su mandíbula se aprieta. Sentía su erección contra mi abdomen.

Ambos estamos mojados y con deseos de hacer el amor por última vez.

—Sabes que no puedo hacerlo, Julio...

Tengo tantas cosas que decirle, pero no me lo permite. Tantas excusas que ambos sabemos que tenemos. Solo yo estoy dispuesta a ser racional y no olvidar que son apenas 24 horas de pasión.

Sujeta mi rostro y toma mis labios con desesperación.

Es un error dejarme llevar por sus labios fieros y suaves.

Sí, es un error que necesito disfrutar.

Le devuelvo el beso con todo el ardor que siento. Muerdo su labio inferior y ocasiono una ola de pasión entre ellos. Separa mis piernas con una de sus rodillas para tener menos espacio entre nuestros cuerpos. Lo dejo hacer. No tengo fuerza para negar lo que ambos anhelamos. Su lengua invade mi boca e incita a la mía. No necesito más que un empujoncito. Lo abrazo con fuerzo y me pego a él como una segunda piel. Succiono su lengua con mis labios. Gruñe en aprobación y desata de un solo movimiento el lazo que sujeta el top de mi trikini. Mis senos quedan al aire libre como dos fresas que van a ser devoradas en breve.

—Necesito esto de ti. Te necesito completa.

Se despega de mis labios y baja para dedicarle atención a mis senos. Chupa uno y acaricia el otro, que pesado grita por atención.

Estoy poseída por la diosa del placer. Ardo por dentro y por fuera. Mis manos acarician la suave piel de su espalda. Deja de chupar mi pezón el tiempo suficiente para permitirme quitarme la franela. Sus labios vuelven a posarse en mis senos. Le miro, extrañada. Me encuentro con los senos al aire en una playa con turistas, acorralada entre un hombre y un carro. Si me hubiese dicho eso mientras iba vestida de traje de etiqueta hace unas semanas, lo hubiese golpeado con mi portafolio. Contempla mi cuerpo y respira entrecortado. No hace otra cosa más que observar mis pechos. Con lentitud, alza su mirada hacia mis ojos.

—Eres una hechicera que me ha embrujada con esos ojos cafés y esa boca que pide a gritos ser saboreada.

«En ese caso, devórame y hazme tuya».

Cafe contigo al despertarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora