—Parece que no tuviste mucho que esperar para sustituirme, Julio.
La voz de María hace que Alexandra se despegue de mí con rapidez, aunque quizá no la suficiente.
—María... —No me salen las palabras para decirle que por más cliché que suene lo que acaba de ver no es lo que realmente sucede.
Maldita sea mi exmujer que siempre complica mi vida. ¿Acaso los ex no pueden alejarse con tranquilidad de la vida de uno? Alexandra siempre logra mover la tierra debajo de los pies de la gente, y no en el buen sentido. Ella se aprovechó de mí en un momento confuso que incluso ahora no logro adivinar qué quiere de mí. Parezco una damisela en apuros rogando el perdón por algo que no pude evitar que sucediera. Y vaya que me siento en apuros con la mirada enervada de María sobre mí. ¿Qué quería Alexandra al besarme? La mente de esa mujer es un maldito desastre. Entro las manos en los bolsillos del pantalón e intento controlar el ligero temblor que me produce Marí con un vestido blanco que le llega hasta los talones y unas uñas diminutas que adornan sus pies con color rojo sangre. Tiene casi nada de maquillaje y el pelo suelto, corto y espontáneo. Las miro con disimulo; no pueden ser más distintas. Debo sentirme bien por el hecho de distinguir los celos en la postura de María. Desperté en ella emociones que no estaban allí cuando nos conocimos. De pronto, un bombillo diminuto se prende intermitente con la esperanza al borde.
—¿Y ella quién es, querido?
Alexandra ha sentido la tensión en mi cuerpo. La muy víbora quiere hacerse notar.
—Es la mujer con quien voy a casarme —contesto sin pensar mucho el golpe que supondrá para Alexandra o sin tener la certeza de que después de esto María quiera tener algo conmigo.
María tiene los ojos marrones que echan chispas.
No sé ni cómo hacer para que la situación sea menos incómoda. Parezco un adolescente lleno de granos en la cara, inseguro y metido hasta el cuello en un problema.
—En ese caso —suelta Alexandra con voz tranquila—, me despido. Solo vine a eso. Me voy a España. Me caso en marzo. Mi prometido me ha pedido irme con él. Espero que volvamos a vernos por ahí y nos tomemos una copa —argumenta. Saca un sobre de su bolso y me lo entrega—. Es el cheque me diste hace unos días. Lamento el incordio que he sido para ti. Te quiero, y espero que ella te haga feliz.
Así como llegó, se va. Me deja con un cheque sin cobrar en mis manos y una mujer vuelta una furia con los brazos cruzados sobre su pecho, el cual sube y baja con lentitud. Parece que me saltará a la yugular en cualquier momento.
—María...
Me interrumpe.
—No tienes que decir nada. Procura enjuagarte la boca antes de hablarme. Estoy en la habitación 109, te espero allá.
Presiona el botón del ascensor y el dragón de metal abre su boca, engulléndola de inmediato.
Me quieto unos minutos después.
En ese instante, mi celular vibra. Contesto al darme la vuelta y camino hacia la recepción.
—¿Qué?
—Vaya, un gusto saludarte a ti también.
—¿Qué quieres? No es un buen momento ahora, Adrián.
—Nicolás me llamó hace un minuto. Dice que quieres vernos. No he prestado atención al WhatsApp. No puedo ir, Pamela no se siente bien. Espero que no te importe.
—No importa. De igual manera, creo que no se darán las cosas como quería. Alexandra entró en escena.
—¿Qué quería esa arpía? —Su tono pasa del despreocupado al desagrado.
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Cafe contigo al despertar
RomanceMaría López, abogada dominicana de veintisiete años, decide que no está lista para casarse. Su pareja, Reed, se llena de venganza y odio hacia ella y comienza a crear rumores sobre supuestos sobornos aceptados por María, sobornos de los cuales si...