¿Había escuchado bien?
—¿Cómo dices? —pregunto para cerciorarme de que el brandy no hizo de las suyas con mi cerebro.
—No fue producto de tu imaginación —me confirma.
¿Será que le habré dado una señal errónea a este espécimen de macho semental?
Pienso en cada una de las preguntas y comentarios que nos hemos hecho en la última hora...
Ningún indicio.
La voz del brandy me habla para decirme que es la oportunidad de disfrutar sin complicaciones.
Este hombre que me mira expectante solo quiere una noche conmigo. ¿Qué tan grave podrá ser considerar esta oferta?
—Te propongo lo siguiente: te quedas conmigo en mi villa...
—Detente ahí mismo —interrumpo su muy elaborado plan.
Este hombre debe estar loco si piensa que voy a acostarme con él así sin más. Una hora en un avión y ya cree que me atrae.
Ok, sí lo hace, pero no tenía por qué saberlo.
—No va a gustarte si no me dejas terminar. —Toca un mechón de mi cabello.
—No va a gustarme porque no me gustas. —Le doy un manotazo.
¿Me salió estilista?
—Reduce tu velocidad, preciosa. La vida se trata de disfrutarla y vivirla al máximo, no de sobrevivir.
—El problema, querido Albert Einstein, es que yo decido con quien disfrutar y vivir la vida al máximo. Lamentablemente, no estás en la lista.
—Auch. Así que eres de las difíciles. —Se acerca.
De no haber sido por el reposabrazos, ya habría estado encima de mí.
—Invades mi espacio personal —le digo casi con un gruñido.
—Te hago la última propuesta —susurra cerca de mi rostro.
Estoy pegada a la ventanilla del avión. Casi salí volando de no haber sido porque está cerrada. En mi intento de escape, me acorralé más.
—Dilo rápido para que puedas volver a tu asiento con todos los dientes en tu boca.
—Si usaras esa boca para otra cosa que no fuese pelear, querida María, te aseguro que todos los hombres caerían a tus pies.
—¿Qué te hace pensar que no tengo un séquito de hombres esperándome en Punta Cana? —Elevo las cejas.
—Que tus ojos hablan antes de que tus labios pronuncien las mentiras.
Y se acerca más. Nuestros labios casi se rozan.
Con mis manos entrelazadas en mi regazo, estoy paralizada.
—Si veo que no te gusto, me quedaré callado los... —mira el reloj en su muñeca— veinte minutos que nos quedan en este avión.
—No me gustas ni un ápice. ¿Es que ninguna mujer te ha rechazado jamás? —Ya sé la respuesta.
—No. Lo más cercano al rechazo es la infidelidad de mi esposa.
—¿Cómo se supone que vas a comprobar si te gusto o no? —Cambio el tema y lo contemplo.
—Así.
Y me besa.
Debí haber adivinado sus acciones antes de que se acercara tanto a mí, pero no fue así quizá por lo embobada que me tenía el brandy o porque tenía tantas ganas de que me besara como él tenía pensado besarme.
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Cafe contigo al despertar
RomansaMaría López, abogada dominicana de veintisiete años, decide que no está lista para casarse. Su pareja, Reed, se llena de venganza y odio hacia ella y comienza a crear rumores sobre supuestos sobornos aceptados por María, sobornos de los cuales si...