Prólogo

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1992.

Detroit, Ciudad de Michigan.

Por aquella oscura y tenebrosa calle, el sonido de pasos apresurados se aproximan a una velocidad abismal, una mujer de nueve meses de embarazo se esconde en un callejón detrás de un edificio abandonado con la esperanza de haber perdido de vista a aquellos hombres de aspecto espantoso que intentan acabar con su vida y con la de su bebé en vientre.

Después de unos minutos los pasos se van alejando, solo de esa forma ella puede volver a respirar con normalidad. Intenta manténer la calma mientras acaricia su barriga ya abultada.

—Te prometo que vamos a estar bien mi niño, no permitiré que te hagan daño.

Un disparo repentino hace que los músculos de su cuerpo entero se contraigan , inmediatamente y por instinto lleva sus manos a su boca para ahuyentar cualquier ruido fino.

—Zorra de mierda, ¿Creíste que lograrias escapar de mi? –un hombre la jala fuerte del cabello provocando que un chillido agudo salga de su boca; y entonces todo en su interior colapsa cuando este mismo la apunta justo en la sien con lo que identifica como una beretta.

—Escucha, te lo ruego. –suplica. —Fabiolo, dejame huir, ¿Si? Te juro que desaparecere y no me volverás a ver nunca en tu vida.

—Eso tenlo por seguro Leonora, la última vez que te vea será en tu puto funeral.

—No, por favor. –negó con desesperación. —Haré lo que sea, Fabiolo, lo que sea.

—Todo lo que quería de ti, deje de desearlo aquel día.

Un fuerte golpe en la cabeza la deja inconsciente.

La arrastra hacia una camioneta blindada, y luego de conducir un largo recorrido, llegan a su destino.

Ese infernal hospital clandestino.

—Con Elías. –ordena Fabiolo con voz autoritaria, amenazando a la enfermera de guardia con la misma arma con la que unos minutos antes apunto a Leonora. La mujer enseguida presiona números en el teléfono del escritorio, y después de recibir instrucciones del doctor los pasa inmediatamente a quirófano.

—Fabiolo. –el doctor se acerca distraido quitándose uno de los guantes de nitrilo. —Los capsuleros están listos, cada uno con dos kilos de pura cocaina, y para asegurar que no se rompan dentro del encapsulado utilice fibra de vidrio para... –se detiene en seco al ver lo que los hombres de Fabiolo tienen entre brazos.

Lo mira aterrorizado y da un paso hacia atrás.

—Fabiolo, ¿Qué haces? –su voz se quebra.

—Callate y escucha con atención basura. Sacarás a ese bastardo del vientre de esta mujerzuela y al terminar le harás una prueba de ADN, si encuentro algo fuera de lo común haré que tu y tu familia terminen durmiendo con ella. –señala a Leonora. —Para que me entiendas mejor, tendrás que matarla en cuanto la cosa esa este fuera. ¿Comprendes?

Sonrie falsamente, mostrando su larga línea de dientes de oro.

El doctor parpadea un par de veces intentando retener sus lágrimas, quiere gritar y decirle a Fabiolo que no cumplirá esa orden y que puede irse al carajo con su mierda de negocio, pero la realidad esque si lo hiciera probablemente ya tendría una bala en la cabeza antes de siquiera decir pío.

—Si, señor Fabiolo.

—Fabiolo ¿Que?

—Emperador. –cerró los ojos tratando de controlar su impotencia. —Emperador, Park Fabiolo.

~

Y así el 27 de noviembre de 1992 nació Park Chanyeol, nombre que el "Emperador" como hacia llamarse Park Fabiolo en la mafia, escogió para aquel bebé, "Chan" (Brillante) "Yeol" (Violento).

Estaba decidido que esas serian las características con las que lo forgaria e igual que un diamante lo tallaria hasta obtener una brillantez obtima, inquebrantable y valiosa.

Eso era lo que esperaba.

ADVERTENCIAS.

Violencia verbal y física.

Lenguaje vulgar y agresivo.

Contenido delicado.

No romantizar.

Síndrome de Estocolmo.

N A I P E S (en edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora