Bella mirada

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En la clandestinidad de la noche, sus cuerpos se entrelazaban en silencio.

Tenían la piel perlada de sudor bajo la ropa de seda, con la respiración entrecortada y el corazón desbocado.

Sus bocas producían sonidos húmedos, obscenos, una cacofonía de placer que iba dirigida justo a los pantalones del mayor.

Zuko devoraba los labios del pequeño con los suyos. El beso había empezado casto, por la inexperiencia del monje, pero este no era ni tonto ni lento, y pronto era el príncipe el que tenía que esforzarse por tener el control. «Es un chico talentoso —se recordó él—. Aprende con rapidez.»

Cuando se separaron, Aang lo miro con ojos atrevidos.

Su mano tatuada y pequeña descendió por su abdomen, antes de deslizarse dentro de sus pantalones.

—Estás duro —Aang acaricio su miembro erecto con su mano, de arriba a abajo—. ¿He despertado al dragón?

—Cállate —Zuko estaba rojo de vergüenza.

El monje sólo pudo reír por lo bajo,
antes de sacarle el miembro de la ropa e inclinarse entre sus piernas.

Con sólo sentir su respiración cálida contra la basa su entrepierna, Zuko se estremeció de placer. Pasó su lengua mojada desde la base a la punta, lambiendo como si de un caramelo se tratara.

—Es tan grande y grueso —gimió Aang, tan ruborizado cómo una muchachita. Su expresión era terriblemente vulnerable, cosa que solo servía para prenderlo más—. Que dulce...

Se lo metió lentamente a la boca entonces. Estaba húmeda y caliente, y sus labios carnosos le envolvieron el pene cuando comenzó a chupar.

Levantó la mirada. Sus tormentosos ojos lo vieron mientras su boca trabajaba, observando su reacción.

La espalda del príncipe se arqueo y cerró los ojos, invadido por aquella sensación tan dulce. Su cuerpo era recorrido por una corriente electrizante y aquel calor parecía consumirlo. La lengua del chico se envolvía entorno a su miembro, su boca chupaba y empujaba más profundo en su garganta. Zuko empujó su cadera contra la boca del monje involuntariamente, follando su boca con embestidas suaves.

Se dejo llevar por ese fuego envolvente. No había nada más que gozó y suspiros. Se sentía mejor que ninguna otra cosa que hubiera experimentado.

Cuando le llegó el momento de placer, se vino en su boca. Gimió el nombre del chico de los tatuajes entre temblores, extasiado.

El monje se apartó, dedicándole una sonrisa encantadora y tímida.

Y Zuko se despertó agitado, incorporándose en su cama súbitamente.

—Aang... —jadeó el príncipe. Busco a su alrededor, en busca del chico, pero no estaba por ningún lado.

«Ha sido un sueño —comprendió de pronto. Y se sintió terriblemente molesto—. Un sueño maldito.»

Afuera apenas comenzaba a amanecer. La habitación estaba sumida en la oscuridad.

Se pasó las manos temblorosas por el rostro, intentando quitarse la sensación de sueño.

Dragon heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora