12: London calls me a stranger.

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Despedirme de Nueva York, fue más difícil de lo que pensé.

Dormí casi todo el vuelo. Fueron diez largas horas, pero cuando aterrizamos, sentí que el peso en mi estómago se reducía un poco. Esperé a que todos bajasen del avión para hacer mi camino por el puente que conecta al aeropuerto.

Seis años. Había pasado seis años fuera de casa.

Cuando me fui, huía; yo era solo un muchacho, un niño que corría con el corazón roto, ansioso de dejar lo que lo había lastimado. Pensé que Nueva York sería el lugar donde mi vida empezaría de nuevo, aunque nunca terminé nada de lo que inicié en Londres. Así que no sirvió de nada, ninguno de los miles de kilómetros lejos, ni siquiera el mar que se interponía entre lugar y lugar, me bastó para olvidar. No dejé nada atrás y los fantasmas me persiguieron hasta Brooklyn.

Pedí un taxi directo a casa. El conductor intentó charlar conmigo, pero yo estaba demasiado ausente así que lo comprendió. Me dejó enfrente de casa, tragué saliva al mirar por el rabillo del ojo hasta la casa de Christopher, pero si antes ese lugar parecía deshabitado, ahora lucía abandonado; me pregunté qué sería de Andrew, qué habría pasado con Darren, su padrastro... no tenía ni idea, pero de sobra sé, que Christopher nunca volvió a esa casa.

Pagué al conductor cuando esté se bajó a ayudarme con el equipaje, agradecí en un perfecto acento neoyorquino que me puso la piel de gallina. El taxi se fue y yo me quedé de pie frente a la casa.

La casa de mi madre.

No mi casa, no mi hogar, no mi vida. Solo una edificación más en la que viví, solo eso. De pronto me recuerdo hace diez años salir de ahí con los audífonos a tope y mi mochila rebotando contra mi espalda, mi fantasma pasó junto a mi en la acera.

Me recuerdo saliendo con mis hermanas a casa de la abuela, me recuerdo con mamá entrando con las compras del súper, pero sobre todo, me recuerdo saliendo con Christopher a mi lado, mientras cargaba uno de mis lienzos y luego nos subíamos a la camioneta azul entre risas y palabras sin sentido.

Puede que este no sea mi hogar ahora, pero lo fue por un tiempo.

Tragué saliva.

El pasto luce recién podado, el buzón parecía vacío, alguien recogió el correo hoy. Las calles están vacías y el sonido de una tranquila paz suena a través de toda la manzana. Los suburbios suelen ser así de tranquilos, había pasado mucho tiempo sin oír los pitidos incesantes de la ciudad o las millones de luces encendidas cruzando el lago que rodeaba la isla de Manhattan. Ahora todo es paz, melancolía, recuerdos viejos que duelen como si fueran nuevos, y un largo, largo camino por delante.

Suspiré. Tenía miedo de tocar.

Sabía que mamá estaría ya en casa ¿o no? Es jueves, se supone que los jueves sale temprano. Hace la cena. Se sienta a comer con sus hijas si es que están en casa. Si no, ve pacíficamente su programa favorito en la televisión acompañada por Dan. Arrullando a los gemelos, solo que... ahora tienen seis años... ya no son unos bebés....

Maldita sea ¿como pasó el tiempo tan rápido?

Toque el timbre. Aún sentía que era necesario llamar antes de solo... entrar sin cuidado, aunque se que siempre mantienen la puerta abierta hasta que se van a dormir y ponen seguro. La ciudad me llama extraño, porque sólo han pasado seis años pero han sido... seis años.

Escuchó pasos. Tiene que ser mamá...

Abre la puerta.

Ella siempre ha lucido igual para mi, aunque solo la veo una vez al año desde que me fui; el cabello largo y ondulado, sus cejas arqueadas y delgadas; me mira con sorpresa, y trato de pasar las arrugas y alguna que otra cana por alto. Mamá ha envejecido, yo he crecido, pero aún así, se ve igual para mi.

LONDON  [New York Pluss]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora