LONDON [New York Pluss]

15: Can't do this to me.

Newham.

Era un distrito de Londres con bonitos edificios y casitas curiosas. Nunca había estado ahí, pero tenía un aire familiar; en realidad... todo se me hacía familiar desde que había vuelto a Inglaterra.

Tuve que tomar un bus y estuve recargado contra la ventana hasta que la parada en la que tenía que bajar; Caminé admirando cada casa idéntica a la anterior. Eran filas y filas de casas iguales. Era un poco aterrador, me hacía creer que iba en un bucle infinito que me hacía sudar de las palmas de las manos.

No tuve que pedir indicaciones, el número en cada puerta me revelaba en dónde estaba. Aunque cuando llegué a mi destino, tuve que mirar dos veces solo para asegurarme de que estaba en el lugar correcto.

Y mi corazón se detuvo de un momento a otro.

Ahí estaba.

La casa de Robert.

Una casa gris, de ventanas con marcos pintados en café oscuro. Tenía un pequeño jardín a la entrada, un buzón medio destartalado por el óxido y una cerca de madera que lucía hinchada por las lluvias. Aun así, el jardín se mantenía limpio, con el césped cortado casi al ras.

Así que Robert había encontrado una nueva vida.

Mi padre.

El hombre que abogó por mi cuando era niño y no podía defenderme de los alfas que se rehusaban a darme clases de natación. El hombre que me llevaba al trabajo cuando me sentía mal. El hombre que me llamó campeón hasta el día que me dejó.

¿Habría tenido sentido buscarlo? ¿Haría algo por mi si voy y tocó a esa puerta, listo para encontrarme con un rostro que casi ni recuerdo? ¿haría algún efecto en mi?

¿Valdría la pena?

Lo cierto es que mi enojo con Robert es casi nulo. Tal vez, lo he olvidado ya. Las cicatrices de su huida de mi vida se quedarán por siempre en mi alma, doliendo si las presiono con los dedos. Pero, lo más importante, ese dolor, y ese trauma jamás se compararán al cariño que le tengo.

Fue mi padre. Vea por donde lo vea. Hoy en día sigo muchas de sus lecciones. Creo que por una razón, terminé logrando todos mis cometidos siempre que me los proponía.

Por una razón yo soy yo.

Y esa es Robert.

Llego a pintarme de colores bonitos sin salirse de la raya. Fue la primera persona que no me miraba con decepción en sus ojos. Robert nunca me juzgó. ¿Debería juzgarlo yo? ¿Por irse sin ningún motivo? ¿Debería juzgarlo porque el nunca volvió a llamar? ¿Debería... darme la vuelta e irme?

¿Con eso bastaría?

Re abrir la herida de Robert no mejoraría las cosas en absoluto. Irme sabiendo que ya no tengo rencores por este hombre parece suficiente para mi. Así que miro por última vez a la casa en donde sé que él debe estar, antes de darme la vuelta sobre mis talones y comenzar a marchar lejos.

Claro que no doy ni dos pasos cuando alguien me pregunta:

— ¿Se te ofrece algo?