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Por lo que puedo deducir, Sir Winston Churchill Collegiate & Vocational es igual que cualquier otro instituto al que pueda haber asistido en Estados Unidos. He dedicado toda la primera hora a elaborar mi horario con la orientadora escolar, la señorita Tuan, una mujer joven y amable con aspecto de pájaro que parece destinada a vestir jerséis anchos de cuello alto y a tener demasiados gatos.

Ahora, en el pasillo, todos los ojos me están mirando. Soy nuevo y soy diferente, aunque eso no es lo único. Todos los ojos están fijos en todo el mundo porque es el primer día de clase y la gente está ansiosa por descubrir cómo han cambiado sus compañeros de clase durante el verano. Debe de haber al menos cincuenta nuevos maquillajes y estilos poniéndose a prueba en el edificio. La pálida empollona se ha blanqueado el pelo y lleva puesto un collar de perro, y el tipo delgaducho del equipo de atletismo se ha pasado todo julio y agosto levantando pesas y comprando camisetas ajustadas.

Aun así, los ojos de la gente tienden a detenerse más tiempo en mí porque, aunque soy nuevo, no me muevo como tal. Apenas miro los números de las aulas por las que paso. Finalmente encontraré mi clase, ¿no es así?, por lo tanto, no hay razón para dejarse invadir por el pánico. Además, soy un experto. He estado en doce institutos en los últimos tres años. Y estoy buscando algo.

Necesito entrar en el círculo social. Necesito que la gente hable conmigo, de modo que pueda formularles las preguntas para las que preciso respuestas. Así que cuando me traslado a un sitio nuevo, siempre busco a la abeja reina.

Todos los institutos tienen una. La chica que lo sabe todo y conoce a todo el mundo. Podría intentar pegarme como una lapa al capitán de algún equipo, pero el deporte nunca ha sido mi fuerte.

Mi padre y yo nunca veíamos deportes en la tele, ni jugábamos al balón prisionero. Puedo luchar con muertos durante todo un día, sin embargo, el fútbol americano puede dejarme inconsciente. Las chicas, por el contrario, siempre me han resultado más fáciles. No sé por qué exactamente. Tal vez sea esa aura de forastero o mi aspecto amenazante. Tal vez sea algo que en ocasiones creo ver en el espejo, algo que me recuerda a mi padre. O quizá porque soy condenadamente resultón. Así que recorro los pasillos hasta que finalmente lo veo, sonriendo y rodeado de gente.

Es imposible confundirlo: el rey del instituto es siempre guapo, aunque este es increíblemente precioso. Tiene un hermoso cabello rojo escarlata, un corte perfecto y unos labios del color de los melocotones maduros. Tan pronto me ve, baja la barbilla y en su rostro se dibuja una particular sonrisa de corazón. Este es el chico que consigue todo lo que quiere en Winston Churchill. Es el preferido del profesor, el rey del baile, el centro de la fiesta. Él podría contarme todo lo que necesito saber. Y espero que lo haga. Cuando paso junto a él, lo ignoro a propósito. Unos segundos después, abandona su grupo de amigos y se coloca a mi lado de un salto.

—Hola. Nunca te había visto por aquí.

—Me acabo de mudar a la ciudad.

Sonríe de nuevo. Tiene una sonrisa perfecta y unos cálidos ojos color chocolate.

Te desarma al instante.

—Entonces necesitarás un poco de ayuda para familiarizarte con esto. Soy Jung Hoseok.

— Jeon Teseo Jungkook. ¿Qué clase de padres llaman a su hijo Hoseok? Se ríe.

—¿Y qué clase de padres llaman a su hijo Teseo Jungkook?

Hippies —respondo yo.

—Exactamente.

Nos reímos juntos y mi sonrisa no es completamente falsa. Jung Hoseok controla este instituto.

Jimin vestido de sangre [kookmin] (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora