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Estoy de nuevo frente a la casa de Jimin. La parte lógica de mi cerebro me asegura que se trata solo de una casa. Que es lo que guarda en su interior lo que la convierte en algo terrorífico, peligroso, que no es posible que se esté inclinando hacia mí, como si me acechara entre los hierbajos. Es imposible que esté intentando despegarse de sus cimientos para tragarme entero, aunque lo parezca.

Detrás de mí, escucho un leve bufido. Me vuelvo. Tybalt tiene apoyadas las patas delanteras en la puerta del conductor del coche de mi madre y mira a través de la ventanilla.

—Esto no es una broma, gatito —no sé por qué mi madre me ha obligado a traerlo. No me va a ayudar. Cuando se trata de utilidad, parece más un detector de humo que un perro de caza. Al regresar a casa después de las clases, le conté a mi madre dónde pensaba ir y lo que había sucedido (omitiendo la parte en la que casi me matan y uno de mis compañeros del instituto acabó partido en dos), pero ella debió de presentir que le estaba ocultando algo, porque llevo una nueva capa de aceite de romero en la frente y me ha obligado a traer el gato. En ocasiones, pienso que no tiene ni idea de lo que hago.

No me dijo mucho. Aunque siempre lo tiene ahí, en la punta de la lengua: pedirme que lo deje, recordarme que es peligroso y que hay gente que muere. Pero si yo no hiciera mi trabajo, morirían muchos más. Es la tarea que inició mi padre. Es para lo que nací, el legado que recibí de él, y esa es la verdadera razón por la que permanece callada. Ella creía en mi padre. Fue consciente de los riesgos, hasta el mismo día en que fue asesinado por lo que consideró otro fantasma más de una larga lista. Saco el cuchillo de la mochila y lo libero de su funda. Mi padre salió de casa una tarde con este cuchillo, igual que había hecho desde antes de que yo naciera. Y nunca volvió. Algo acabó con él. La policía nos visitó al día siguiente, después de que mi madre denunciara su desaparición. Nos dijeron que mi padre estaba muerto. Yo me escondí entre las sombras mientras ellos hacían preguntas a mi madre y finalmente un detective susurró sus secretos: el cuerpo de mi padre había aparecido cubierto de mordiscos; faltaban pedazos de su carne.

Durante meses, la espantosa muerte de mi padre invadió mis pensamientos. La imaginé de todas las maneras posibles. Soñé con ella. La dibujé sobre papel con un lápiz negro y pintura roja, figuras esqueléticas y sangre de cera. Mi madre trató de curarme, cantando constantemente y dejando las luces encendidas, intentando alejarme de la oscuridad. Pero las visiones y las pesadillas no cesaron hasta el día en que empuñé el cuchillo.

Por supuesto, nunca atraparon al asesino de mi padre, porque el asesino de mi padre ya estaba muerto. Así que sé perfectamente lo que estoy destinado a hacer. Mientras miro la casa de Jimin no siento miedo, ya que Park Jimin no va a acabar conmigo. Algún día regresaré al lugar donde mi padre murió y deslizaré su cuchillo por la boca de la cosa que lo devoró.

Respiro hondo dos veces. Mantengo el cuchillo a la vista; no hay necesidad de fingir. Sé que está ahí dentro, y que intuye que me estoy acercando. Puedo sentir su mirada. El gato me observa con sus ojos reflectantes desde el interior del coche, y siento también esos ojos mientras subo por el camino lleno de hierbajos en dirección a la puerta principal.

No creo que haya habido jamás una noche más tranquila que esta. No hay viento, ni bichos, ni nada. El ruido de la grava bajo mis pies resulta increíblemente fuerte. No sirve de nada tratar de moverse con sigilo. Es como ser el primero que se levanta por la mañana, cuando cada movimiento que haces suena tan fuerte como una sirena de niebla, sin importar lo silencioso que intentes ser. Me gustaría subir los escalones del porche dando pisotones. Me gustaría romper un tablón, arrancarlo y usarlo para derribar la puerta. Pero eso sería de mala educación y además, no necesito hacerlo. La puerta ya está abierta.

Jimin vestido de sangre [kookmin] (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora