La casa se mantiene a la espera. Todos los que me rodean en el camino de acceso están muertos de miedo por lo que hay en su interior, pero a mí me produce más escalofríos la casa en sí. Sé que parece tonto, pero no puedo evitar sentir que nos está mirando, y que tal vez se ríe y se burla de nuestros infantiles intentos por detenerlo, carcajeándose hasta los cimientos mientras agitamos patas de pollo en dirección a él.
El aire es frío. El aliento de Hoseok forma pequeñas nubes de vapor. Lleva puesta una chaqueta de pana gris oscuro y una bufanda roja de tejido suelto; oculta bajo la bufanda, está la bolsa de hierbas de mi madre. Youngjae apareció con una cazadora del instituto, por supuesto, y Yoongi ofrece un aspecto tan desaliñado como siempre con su desgastada chaqueta del ejército. Él y Youngjae jadean mientras colocan las piedras del lago Superior alrededor de nuestros pies en un círculo de metro y medio.
Hoseok se acerca y se sitúa junto a mí mientras yo contemplo la casa. El áthame cuelga de mi hombro por su correa. Lo guardaré en el bolsillo después. Hoseok olfatea su bolsa de hierbas.
—Huele a caramelos de regaliz —dice, y huele la mía para asegurarse de que son lo mismo.
—Tu madre es lista —dice Yoongi detrás de nosotros—. No estaba en el conjuro, pero nunca viene mal añadir un poco de suerte.
Hoseok le sonríe en la oscuridad.
—¿Dónde has aprendido todas esas cosas?
—De mi abuelo —responde con orgullo y le entrega una vela. Le da otra a Youngjae y luego una a mí
—. ¿Listos? —pregunta.
Miro la luna. Está brillante, fría, y me da la sensación de que sigue llena. Sin embargo, el calendario indica que está menguando, y hay gente a la que le pagan por hacer calendarios, así que supongo que tendrán razón.
El círculo de piedras se encuentra a solo seis metros de la casa. Ocupo mi lugar al oeste y los demás se mueven hacia sus puestos. Yoongi está tratando de mantener en equilibrio el cuenco de visión en una mano mientras sujeta la vela con la otra, y veo una botella de agua mineral que sobresale de su bolsillo.
—¿Por qué no le das las patas de pollo a Hoseok? —sugiero cuando intenta colocárselas entre los dedos anular y meñique. Él alarga la mano con cautela, pero no con demasiada cautela. No es tan remilgado como pensé cuando lo conocí.
—¿Lo sentís? —pregunta Yoongi con los ojos brillantes.
—¿Si sentimos el qué?
—Las energías se están moviendo.
Youngjae mira a su alrededor con expresión escéptica.
—Lo único que siento es frío —dice en tono brusco—. Y que estoy acojonado.
—Encended las velas, en sentido contrario a las agujas del reloj desde el este.
Se prenden cuatro pequeñas llamas que nos iluminan el rostro y el pecho, revelando unas expresiones que combinan asombro, miedo y una ligera sensación de idiotez. Solo Yoongi permanece imperturbable. Apenas está ya con nosotros. Tiene los ojos cerrados y cuando habla, su voz suena aproximadamente una octava más grave de lo habitual. Noto que Hoseok está asustado, pero no dice nada.
—Empezad a salmodiar —ordena Yoongi, y nosotros obedecemos. No puedo creerlo, pero ninguno se equivoca. La salmodia es en latín, cuatro palabras repetidas una y otra vez. Suenan estúpidas en nuestras bocas, pero cuanto más las decimos menos estúpido parece todo. Incluso Youngjae está cantando con toda su alma.
—No paréis —dice Yoongi, abriendo los ojos—. Moveos hacia la casa. No rompáis el círculo.
Cuando nos movemos todos juntos, siento el poder del conjuro. Noto que caminamos a la par, todas las piernas, todos los pies, unidos por un hilo invisible. Las llamas de las velas permanecen rígidas, sin titilar, como un fuego sólido. No puedo creer que sea Yoongi el que esté haciendo esto—el pequeño y rarito de Yoongi, ocultando todo este poder tras una chaqueta del ejército—.
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Jimin vestido de sangre [kookmin] (CORRIGIENDO)
Fanfiction"Esta ciudad huele a humo y a cosas que se pudren en verano. Está más encantada de lo que imaginé. Ahí fuera, en algún lugar, esta lo que vine a buscar, un fantasma con fuerza suficiente para arrebatar el aliento de la garganta de los vivos. Pienso...